- Zapatero se ha convertido en una suerte de ministro-consejero de Sánchez, un inquietante Rasputín , cuya influencia está siendo determinante en decisiones de Estado que lo debilitan y crispan aún más a los ciudadanos
Se ha convertido en el perejil de salsas contaminadas por la salmonelosis del poder presente en los regímenes dictatoriales a los que asesora y pondera. Y también en el influencer predilecto de Sánchez que escucha sus consejos y gestiona los chantajes del delincuente de Waterloo.
Suscita vergüenza e indignación que un expresidente del Gobierno de España lejos de poner su ascendiente al servicio de causas políticas en favor de las libertades, lo contravenga con la abyecta defensa de un sátrapa que reprime a los disidentes, silencia a los discrepantes y conduce a la miseria a todos los venezolanos que no pudieron salir de su país. Se ha negado a calificar como dictadura lo que siempre ha sido Venezuela desde los tiempos del «padrecito» Chávez por más elecciones, fraudulentas por supuesto, que allí se convoquen. Apoya al tirano Maduro tras el golpe de Estado electoral que le mantiene en el poder y rechaza de manera irritante y exasperante la victoria unánime en las urnas de la oposición liderada por Corina Machado.
¿ Que saca Zapatero a cambio de su entrega al régimen despiadado venezolano? La respuesta está en el incremento patrimonial que ha experimentado desde que dejó el Consejo de Estado en 2015 donde percibía 100.000 euros anuales. Nada que objetar si su trabajo de representación, generosamente remunerado, fuera en favor de un Estado respetuoso con las libertades y los derechos humanos. Pero no es así, como prueba de su inmoralidad y deshonestidad políticas.
De puertas adentro, en España, su labor de «zapa» (de Zapatero), es cada día más determinante e influyente en Sánchez como éste evidenció en su reciente viaje a China y su respaldo a abrir las fronteras de la Unión Europea, al margen de sus socios comunitarios, a la importación sin trabas de los coches de Pekín. El lobista Zapatero ha conseguido que sus rentables intereses particulares sean también los del Gobierno de Sánchez, cosa que en cualquier país celoso de preservar su buena reputación y su ejemplar funcionamiento en el ejercicio de las relaciones y negocios con países terceros, sería censurable y reprobable.
En la España de Sánchez, por el contrario, el expresidente del gobierno Zapatero ejerce de mullidor activista en favor de laminar las estructuras de Estado negociando en nombre de la Moncloa y en el extranjero con un prófugo de la justicia la concesión de competencias exclusivas que además de anticonstitucionales incluyen en el acuerdo planteamientos racistas contra los inmigrantes que desconozcan el catalán.
Zapatero no sólo negocia sino que defiende junto a Sánchez y su bandada de ministros papagayos, mediocres y con menos personalidad que un berberecho, «lo cómodos que se encuentran», de acuerdo a la consigna monclovita que recibieron, asumiendo que las personas puedan entrar o ser expulsadas de Cataluña por cuestiones de idioma, de creencia o de identidad, como señala García Page.
Zapatero se ha convertido en una suerte de ministro-consejero de Sánchez, un inquietante Rasputín , cuya influencia está siendo determinante en decisiones de Estado que lo debilitan y crispan aún más a los ciudadanos, fomentando la polarización y el enfrentamiento que él ya alimentó durante su etapa al frente del Gobierno.
El cursi y delirante místico que asombró y avergonzó a sus conmilitones en un mitin hablándoles del infinito y del universo, cuyas proporciones no caben en nuestras cabezas imaginar, susurra operaciones políticas con el independentismo o Bildu, y económicas con China o Telefónica, al aventurero de la Moncloa sin esforzarse mucho en convencerle porque ambos coinciden y comparten criterios similares, ayunos de escrúpulos políticos y carentes de valores y principios democráticos. El otrora «Bamby» y «bobo solemne», así definido por Rajoy, ha devenido en un peligroso «killer» de los intereses generales de los españoles y de la democracia con mando en Moncloa e influjo «rasputinesco» en el irresponsable que nos mal gobierna.