El principio de acuerdo alcanzado con la banca es una excelente noticia para todos. Lo es en primer lugar para quienes resulten sus beneficiarios, pues les aliviará la pesada carga sobre sus rentas, aplastadas por las subidas incesantes de los precios y por la negativa gubernamental a deflactar los impuestos. Ya sabe que los impuestos indirectos se aplican de forma proporcional y se trasladan de manera implacable a los precios finales de todos los productos y servicios. Por eso penalizan más a las rentas bajas que destinan un porcentaje mayor de sus ingresos a los gastos familiares corrientes, lo que merma o anula su capacidad de ahorro.
En los últimos meses se han visto también acosadas por el retorno a una política monetaria más ortodoxa, con subidas bruscas de los tipo de interés. Un movimiento que no ha terminado y que será más duradero de lo deseable si se cumplen las previsiones de inflación. Las posibilidades de cambiar el tipo de referencia de las hipotecas a un coste menor, de revertirlas o de prolongar los plazos de devolución proporcionan una flexibilidad que será bienvenida por los afectados.
A expensas de conocer su impacto sobre las cuentas de resultados, puede ser también una buena noticia para los bancos pues servirá, espero, para mejorar su deteriorada imagen pública. Un deterioro al que ha colaborado de manera decisiva el propio Gobierno, al señalarlos como uno de los causantes de los males públicos. Y de rebote aliviará las urgencias de la mora al retrasar compromisos y facilitar, con demora claro, la devolución de los créditos concedidos. No sé si en el paquete negociado ahora se habrá incluido algún retoque en el nuevo impuesto previsto sobre ‘los beneficios extraordinarios’, que ha sido criticado con dureza por el Banco Central Europeo y recibido con disgusto por los sujetos pasivos.
También es una buena noticia para el Gobierno, que podrá añadir un nuevo hito a su escudo social y además sin coste para él. Las urgencias de última hora para firmar el acuerdo antes del mediodía de ayer estaban justificadas, pues a la tarde se enfrentaba Pedro Sánchez con Alberto Núñez Feijóo, y que mejor situación que pavonearse con su capacidad de interlocución con quienes han sido acusados sin disimulo de sostener al PP a cambio de su obediencia. Una acusación que será necesario matizar, pues no creo yo que al PP le haya gustado el momento por más que esté de acuerdo con su contenido.