Libertad Digital 26/11/12
Emilio Campmany
Ya sabíamos que estas elecciones pasarían a la historia. Sin embargo, las encuestas no nos revelaron por qué. Lo que finalmente ha ocurrido es que el Moisés que iba a conducir a Cataluña hasta la Tierra Prometida se ha dado un batacazo de proporciones homéricas. Ha hecho historia el tío con una de las mayores cantadas que recuerda la democracia española. Se daba por hecho que, aunque no lograra otra cosa que repetir los resultados de 2010, a CiU siempre le cabría aliarse con la Esquerra y encaminarse alegremente hacia la independencia. Pueden todavía hacerlo, pero ya no serán ellos quienes controlen el proceso, sino que estarán obligados a aceptar las condiciones que les ponga el otro Oriol, Junqueras. Y eso, siempre que se avenga a embarcarse en ese Titanic que zozobra en el que se ha convertido CiU.
Tampoco está claro que quien vaya a heredar los escombros que deja don Artur sea el otro Oriol, Pujol. Éste es tan responsable o más que Mas, valga la redundancia, de haber conducido a la coalición hasta el precipicio y haber dejado que se despeñara por él. Parece imposible que pueda sobrevivir a semejante castañazo como no sea decretando el nacimiento de la nueva doble monarquía catalana, con dos reyes, como en Esparta, Oriol I y Oriol II. Pero, ya digo, eso será con las condiciones que imponga Junqueras. Tampoco está claro qué va a hacer la Unió del bizcochable Duran i Lleida, embarcado de mala gana en la chalupa secesionista y que ahora, quizá, ansíe ser desembarcado en el primer puerto en el que la embarcación atraque para ser reparada.
Entonces, ¿qué pueden hacer? La Esquerra no va a querer aplicar el boca a boca al moribundo sin estar segura de que se va a la independencia que quiere, con Europa o sin ella. Amén de que a CiU una alianza de esta naturaleza, con su actual estado de debilidad, le supone asumir el riesgo de ser en buena parte fagocitada. La otra posibilidad que tienen es unirse al PP y hacer como que lo de la independencia no pasó de ser una broma sin mala intención. Y para eso no valen ni Mas ni Pujol. No hay mucho más donde elegir. Pueden tratar de formar gobierno con el PSC, pero, dado que los socialistas se han manifestado en contra de la independencia, se verían obligados a olvidarse de ella, y encima no podrían hacer los recortes sociales que necesitan para poder mantener las políticas nacionalistas. De forma que, desde ese independentismo cursi y mojigato que representan, tienen ahora que elegir entre el abismo de la independencia en serio y la vergüenza de aceptar los votos del odiado constitucionalismo. Se trata de escoger entre el salto al vacío y el oprobio. Y, tanto si se decantan por una cosa como si lo hacen por la otra, arriesgan una escisión. ¡Qué cantada la de Artur Mas!