Vale la pena insistir en la importancia de la apertura que el diario El País ofreció a sus lectores el domingo pasado. La pieza iba firmada por Carlos E. Cué, el hombre que bebe en la copa de Pedro Sánchez del mismo modo que Dolores Delgado, ex Fiscal General del Estado, bebía en la de Baltasar Garzón. “Sánchez se ve con “dinero, proyecto y mayoría” para toda la legislatura”, rezaba el titular y era toda una declaración de intenciones o, si me apuran, un programa de Gobierno para un Gobierno sin programa cuya única aspiración consiste en resistir en el Poder. Cué es a Sánchez lo que Aizpeolea era a Zapatero. Su periodista de cámara. La voz de su amo. Y Sánchez nos decía el domingo, vía Cué, que tiene tres puntos fuertes para completar la legislatura, y que de convocar generales nada de nada. Aviso a navegantes. El primero, la supuesta buena situación económica. El segundo, “mucho dinero (sic) para gestionar sin necesidad de acudir al Parlamento: los fondos europeos, que suponen el verdadero eje de transformación económica con miles de millones en proyectos”. Sánchez da por descontado que tampoco este año podrá aprobar los PGE, la ley básica de todo Gobierno que se precie, pero da lo mismo, le da lo mismo, porque la clave está en esos fondos Next Generation EU. Y, tercero y último, “una mayoría difícil pero suficiente” con unos socios cuya cohesión depende también del alpiste a repartir. De modo que no tendremos Presupuesto pero tenemos dinero p’asar una vaca, que decía la socialista andaluza. El dinero europeo, en efecto, es el que está permitiendo crecer a una economía dopada por el gasto público. La pasta europea es la que le va a permitir seguir comprando voluntades en forma de ayudas, subsidios y paguitas varias. Y el parné europeo, en fin, es la argamasa que mantiene unido al bloque de investidura. Y mientras dure el dinero ajeno seguirá Pedro en el machito. Constatación, again, de que estamos gobernados por una mafia volcada, como todas las mafias, en el dinero.
No explica Cué el drama de un personaje acorralado, obligado a vivir en el alambre de los mil imponderables que no controla y que le tienen en un sin vivir, un hombre enfermo de poder que camina camino del cine Verdi un cuerpo por delante de Begoña, pobre Begoña, como si Begoña fuera su perrito de compañía, un tipo que se lía a patadas con lo que encuentra a su paso cada vez que recibe una mala noticia, que tuerce el gesto y pierde los nervios a la menor contrariedad, y ahí está Óscar López, su ex jefe de gabinete, como prueba, que cuentan en Moncloa y no acaban describiéndole encantado con su recién estrenado ministerio, y no porque le emocione la Transformación Digital de la que no sabe un pimiento, sino porque ha podido escapar de la jaula de oro donde reina el chamán, manda el gran jefe, celebrando haber salido de Moncloa, porque López, que, según esas fuentes, habría tenido que pedir una ambulancia un par de veces tras sendos ataques de ansiedad, estaba “hasta las pelotas” de soportar las locuras de Pedro, las órdenes de Pedro, los ataques de ira de Pedro, un tipo que “no duerme, no descansa, y en consecuencia se muestra irascible hasta lo insoportable en privado cuando algo le contraría”, hasta el punto de que “todas las semanas le amenaza alguien de su entorno con la dimisión”.
No explica Cué el drama de un personaje acorralado, obligado a vivir en el alambre de los mil imponderables que no controla y que le tienen en un sin vivir
Todos menos Bolaños, el monaguillo perfecto. Cué no habla tampoco de las tres angustias de Pedro. La primera, la imperiosa necesidad de dar carpetazo a las investigaciones judiciales sobre su esposa. Matar al juez Peinado, aniquilarlo, sacarlo a patadas de la carrera judicial, ¿cómo se atreve? La última noticia ha sido la petición de la Fiscalía (“La Fiscalía, ¿de quién depende? Pues eso”) del sumario completo del caso antes de pronunciarse sobre la querella de la doña contra el juez. Alargar el caso. Darle hilo a la cometa. Y hacerle a Peinado un traje parecido al que Bacigalupo, el suegro de la Teresa Ribera, le hizo a Javier Gómez de Liaño a cuenta del caso Sogecable para evitar a Polanco y Cebrian el riesgo de ir a dar con sus huesos en la cárcel. Segundo, terminar de atar al poder judicial, que las cosas no han salido, no han terminado de salir como parecía hace unas semanas, no hemos conseguido colocar la frente del CGPJ y del Tribunal Supremo, sobre todo del Supremo, a un/a juez/a con el carné del partido en la boca, y ahora tenemos que esperar a ver por dónde derrota la magistrada Perelló, y sobre todo qué tipo de nombramientos hace. Y tercero y último, el control de los medios de comunicación o lo que es lo mismo, la aniquilación de los medios desafectos a la causa del nuevo Caudillo, que tampoco aquí han salido como esperábamos, hay preocupación en Moncloa por la reacción con la que incluso medios supuestamente afectos a la causa han recibido el Plan de Degeneración Democrática presentado en suciedad esta semana. Una ley de censura como la copa de un pino, una ley típicamente franquista.
Tres espinas, tres cruces clavadas en el monte del olvido de un canalla de excepcional valía, un aventurero convertido en un enemigo formidable de la España de ciudadanos libres e iguales ante la ley. Cada vez que sus posibilidades de supervivencia se deterioran y en el horizonte asoma el fantasma del adelanto electoral, sale a relucir el control que Moncloa ejerce sobre el grupo Prisa, portaestandarte del sanchismo y columna vertebral de su continuidad en el poder. De nuevo se habla de que los Contreras y su núcleo de talibanes en El País, en contacto directo con Pedro, quieren poner en la calle a Joseph Oughourlian (Amber Capital), presidente del grupo, para asegurar el control en la eventualidad de que el amo pudiera verse obligado a convocar y perder. Es una vieja idea del fallecido Miguel Barroso, cerebro gris del sanchismo. Tú a Boston y yo a California. Tú te quedas con Santillana y nosotros con El País y la SER. Pero el financiero les puso un precio imposible, 550 millones, cuando ellos ofrecían 250. El sueño húmedo de Global Alconaba (Varela Entrecanales y demás “empresarios” socialistas reunidos en su día por Barroso) es llegar a juntar el 51% del capital para largar al de Amber, misión imposible teniendo en cuenta que están más tiesos que la mojama y que difícilmente podrían aspirar a unir en ese objetivo a gente como los accionistas mexicanos (Carlos Slim entre ellos), el catarí Al Thani, los Polanco (tan lejos de “Bueno, Pepa” como del armenio, ¡si su padre levantara la cabeza!), más el Santander. Ana Botín ya ha dicho que su 4% es residual y que con ella no cuenten. La posición del armenio se antoja ganadora: sabe que si Moncloa y sus edecanes quieren echarlo, el Gobierno terminará poniendo la pasta que reclama encima de la mesa. Para eso van a valer también los fondos europeos. Entre Oughourlian (30%) y el grupo Vivendi (11%) controlan cerca del 45% del capital, y el miedo en Moncloa es que Vincent Bolloré, capo de Vivendi y miembro de la derecha francesa más rancia, sea el verdadero dueño de todo o parte del paquete de Amber. Su amigo Oughourlian sería un mero custodio. Un factor de riesgo claro en caso de derrota electoral y eventual cambio de Gobierno.
La posición del armenio se antoja ganadora: sabe que si Moncloa y sus edecanes quieren echarlo, el Gobierno terminará poniendo la pasta que reclama encima de la mesa
El plan para acabar con los medios que se atreven a hozar en la corrupción de la familia Sánchez Gómez ha provocado la lógica alarma en el sector, particularmente en internet. El Confidencial, líder de los nativos digitales, es un buen ejemplo de las aguas bravías que hoy azotan a unos medios que abrevan en el caladero del Ibex 35, es decir, dependen de la buena voluntad de unos señores, mayoritariamente altos ejecutivos, que se han hecho fuertes en la cúpula de las empresas, cuyo arrojo a la hora de enfrentarse a Sánchez ha quedado suficientemente demostrado. El brillante ejercicio de periodismo (de nuevo a escena el valor de la información, la commodity por excelencia) realizado esta semana por Agustín Marco y José María Olmo, al poner al descubierto las trapacerías de un Ejecutivo convertido en una banda abarloada al chantaje, ha colocado al medio en el disparadero de los nominados para ser fusilados al amanecer. El resultado es que el editor del digital ha iniciado contactos con inversores financieros para reforzar su estructura mediante la correspondiente ampliación de capital, con el objetivo puesto de contar con un buen colchón y poder resistir. La idea de ese registro de medios que contempla el proyecto presentado esta semana a cuatro manos lleva emboscada la trampa de obligar a declarar no solo a los accionistas, sino a los anunciantes, básicamente esos aludidos heróicos señores del Ibex a los que resultaría muy fácil acollonar desde el poder con un simple arqueo de ceja. Reducir por hambre a los medios desafectos. Hasta ahí llega el respeto a la libertad de prensa de este malhadado Gobierno.
Y mientras se persigue a los díscolos se premia a Pepabuenos y Escolares con la publicidad institucional y las ayudas “a la tecnología”. Para eso ha llegado Óscar López al ministerio de Transformación Digital con sus 100 millones bajo el brazo. No pocos medios quedarán por el camino a lo largo de los tres años que restan de legislatura si Sánchez consigue completarla y sacar adelante sus “Leyes Habilitantes”. La sospecha, no obstante, es que todo quedará en agua de borrajas. Un Gobierno que se dedica a ocupar el Poder porque no puede gobernar necesita crear debates artificiales para poder sobrevivir un mes, seis meses, un año más, mediante el lío, la polémica, la tinta de calamar, el enfrentamiento y la polarización. Los acontecimientos diarios demuestran que la continuidad del sátrapa sigue cogida con alfileres. Resistir una semana más parece casi un milagro. Ahora, Santos Cerdán acaba de viajar a Suiza para reunirse con Puigdemont y tratar de cerrar la vía de agua de Junts. Fue él quien cerró el acuerdo con el de Waterloo para que pudiera realizar su visita relámpago a Barcelona con motivo de la investidura de Salvador Illa sin ser detenido. Ahora vuelve al trabajo. Imposible resistir tres años más con esa herida abierta en el costado, de modo que, si eso no se arregla, tal vez no quede más remedio que disolver. ¿Se dejará de nuevo seducir Puigdemont por el trilero? ¿Qué precio le pondrá? ¿Por cuánto tiempo? Es evidente que Pedro pagará lo que le pidan, porque, como dice Cué, tiene cuartos para aburrir, “miles de millones en proyectos”, el más importante de los cuales es su continuidad en Moncloa. Pero, como ocurre en Ocean’s Eleven, una asociación de malhechores puede, mal que bien, convivir junta durante un tiempo, pero tarde o temprano llegan las diferencias por el reparto del botín. Tarde o temprano todo se rompe. El dinero.