Tonia Etxarri-El Correo

Alos ciudadanos, «a los españoles y españolas les renta este gobierno», es una expresión que utilizó reiteradamente ayer Pedro Sánchez durante su comparecencia para dar cuenta del balance del peor año de su legislatura. Una expresión que no desvelaba otra actitud que la del chantaje moral. A los suyos, para que no se muevan. A los votantes, para que se olviden de los escándalos. A los socios, para que no le abandonen. Se verá con Junqueras. Planteando que minimicen la corrupción y los acosos sexuales, que pasen de la ética, y que extiendan el mal a todos los partidos. Les valdrá la pena a cambio de los abonos de transporte, subidas de pensiones y del sueldo a los funcionarios. Esa ausencia de límites morales no deja de suponer un desprecio a la exigencia de los principios de la ciudadanía. Un aviso, con un lema: merece la pena que yo siga. Poder y dinero a cambio de ética, moral y principios.

No está el presidente del Gobierno para admitir errores y, sobre todo, incongruencias entre su discurso y los hechos que le desmienten. Ha emprendido una fuga presumiendo de que gracias a su conciencia feminista su partido se dota de un protocolo que facilita el cauce de las denuncias de las víctimas. Es su realidad paralela. ¿Qué cara de estupor se les habrá quedado a las empleadas que denunciaron a Paco Salazar y que durante cinco meses vieron que sus quejas cayeron en saco roto y las silenciaron? ¿O la de la denunciante del presidente del PSOE de Torremolinos que, harta de la ‘omertá’, terminó por recurrir a la Fiscalía? ¿Protocolo? No, gracias. No fue solo la bragueta de uno y los chantajes de otros. Fue el encubrimiento. Y ahí sigue Sánchez. Con su protocolo antiacoso bajo el brazo. Y presentando a su Gobierno como si fuera una ONG. Ayudas para tapar la corrupción y los acosos.

Para indignación de tantas mujeres socialistas y bochorno de tantos cargos internos que, más allá de su guardia pretoriana, asumen ya el fin de ciclo, Pedro Sánchez sigue huyendo, sin freno. Rescatando, a la desesperada, la imagen de Feijóo en el yate de un amigo (¡de hace 30 años!) que luego sería narco, sin conseguir equipararla a las acusaciones contra Ábalos, Koldo y Cerdán con los que recorrió España en un Peugeot durante meses cuando se preparaba para las primarias cuya financiación está, por cierto, cuestionada.

Sus socios quieren abandonar el barco sin atreverse a saltar al agua. Se van desmarcando, con matices. No quieren que gane la derecha pero esta izquierda está muy podrida. Horas antes de la comparecencia en la Moncloa, el exlehendakari Iñigo Urkullu se mostraba en una conferencia en Bilbao, más contundente de lo que se había mostrado Aitor Esteban hace unos días, diciendo que la situación del Gobierno de la Moncloa es «insostenible». A diferencia de Sánchez, Urkullu no pretende manipular los datos de las últimas elecciones del 2023: fue el PP quien las ganó, pero no logró formar gobierno porque tenía que depender de Vox. Pero Sánchez vive en su realidad. Como si él hubiese ganado las elecciones. Sigue con su farsa. El más feminista y el más transparente. De vacaciones parlamentarias hasta febrero.