Un chollo llamado nacionalismo

ABC 31/01/15
ISABEL SAN SEBASTIÁN

· La cloaca catalana arrastra tanta porquería como la que más, pero logra esconder su hedor agitando el botafumeiro patriótico

MIENTRAS la CUP deshoja la margarita de su apoyo a la investidura de Artur Mas vamos conociendo detalles, a cuál más sórdido, de la inmensa fortuna amasada por la familia Pujol desde el palacio de la Generalitat, al amparo del poder, bajo el paraguas de Convergència y Unió y en nombre de Cataluña. En nombre de Cataluña, sí, porque cada comisión cobrada por un miembro del clan por intermediar entre la administración autonómica y las empresas obligadas a pagar la correspondiente «mordida», cada chanchullo, cada viaje a Andorra con el maletero repleto de billetes, es fruto de una arraigada sensación de impunidad basada en la consideración de la bandera nacionalista como el mejor de los salvoconductos. ¿No se libró el patriarca de una condena en el caso Banca Catalana envolviéndose en la

senyera? Pues a seguir empleándola de escudo. A engordar el saldo de las cuentas andorranas a base de ingresar efectivo, hasta un total de 30 millones de euros, sin dejar de repetir el soniquete de «España nos roba». O sea, alimentando resentimiento y odio.

Resulta desolador comprobar hasta qué punto el auge del separatismo catalán, el primero y más grave de los problemas que nos afligen, tiene su origen en el empeño de proporcionar cobertura a una gigantesca operación de enriquecimiento ilícito protagonizada por una familia devenida en «grupo organizado» de malhechores, en palabras de la Unidad Central de Delincuencia Económica y Fiscal de la Policía. Hasta qué punto el partido instrumental en este cúmulo de delitos imputado a los Pujol, Convergencia Democrática de Cataluña, hoy rebautizada Democracia y Libertad, se ha dejado arrastrar a un abismo de radicalidad, que amenaza con llevarle a la desaparición, en aras de brindar un soporte ideológico susceptible de transferir la culpa de ese saqueo de sus auténticos perpetradores al conjunto de los españoles. Hasta qué punto el presidente Mas, heredero político del «padre padrone», está dispuesto a humillarse sin límite ante un grupúsculo variopinto que abarca desde «okupas» antisistema hasta primos hermanos de ETA integrados en Terra Lliure, con tal de iniciar un proceso de ruptura contemplado por quien mueve los hilos como la última esperanza de escapar a la acción de la Justicia.

En esta España convulsa, condenada por la corrupción a entrar en el Año Nuevo sin la menor posibilidad de componer un gobierno estable, la cloaca catalana arrastra tanta porquería como la que más, pero logra esconder su hedor agitando sin cesar el botafumeiro patriótico. Nos desgañitamos hablando de una reforma constitucional capaz de garantizar un encaje duradero de Cataluña en el Estado, cuando está claro que a mayores cesiones, más apetito desarrolla el monstruo. Aceptamos mansamente que se tergiverse la historia común y se manipulen las cifras macroeconómicas a fin de justificar una deriva injustificable. Hemos llegado al absurdo de ver cómo una fuerza de extrema izquierda, Podemos, nacida de las protestas callejeras, relega su agenda social a un segundo plano con tal de satisfacer las exigencias independentistas de sus bases catalanas. Y todo porque los Pujol-Ferrusola decidieron hace algunas décadas que esto del nacionalismo era un negocio redondo. Tan redondo, que les ha permitido amasar una fortuna estimada el año pasado por el Ministerio del Interior en 1.800 millones de euros, que hoy otras fuentes elevan hasta los 3.000 millones. Tan redondo que, pese a la magnitud del latrocinio presuntamente perpetrado, ninguno de los imputados en la trama ha pisado todavía la cárcel. ¡Un auténtico chollo!