Florencio Domínguez, EL CORREO, 7/10/12
El mitin de Felipe González en Barakaldo durante las campañas electorales de los socialistas vascos es un clásico. Como la reposición de las películas de romanos que emiten las cadenas de televisión en Semana Santa. Es una cita que nunca falla y que tiene un público asegurado. González está en el corazón de las bases socialistas de toda España y las del País Vasco no son una excepción. Le quieren y, además, su discurso encandila, pero ello no es garantía de mejores resultados electorales. La propia Margen Izquierda, por ejemplo, bastión socialista desde los orígenes del PSOE hace más de un siglo, ya no es lo que era. De ello puede dar fe el PSE, que ha sufrido la pérdida paulatina de poder municipal en el que fuera su feudo tradicional.
Ni González con su habilidad reconocida para la seducción ha sido capaz de darle la vuelta a esa situación de declive socialista en la Margen Izquierda, cuyas causas no son sólo políticas, sino también sociológicas y económicas. Ha cambiado el contexto social de la comarca y los socialistas no han sido capaces de adaptarse lo suficiente para mantener su hegemonía en ella.
La oratoria de Felipe González es como el vuelo del cóndor: a veces se mueve a ras de tierra y otras veces se alza hasta la cima de los problemas del mundo y siempre parece majestuoso.
Cuando Felipe González vuela bajo puede desgraciar a los que están más cerca, que suelen ser los suyos. Si no que se lo pregunten a Nicolás Redondo Terreros, su víctima en la campaña de las autonómicas de 2001. «No te equivoques, Nicolás», le previno Felipe en el mítin de Barakaldo al entonces candidato del PSE para que no siguiera adelante con su disposición a un acuerdo con el PP con el objetivo de desalojar del poder a quienes el presidente llamó «mis amigos del PNV». Eso se llama fuego amigo e iba dirigido contra la línea de flotación de la estrategia de los socialistas vascos. Teniendo fuego amigo en casa no era necesario buscar enemigos fuera.
En el mitin de febrero de 2009, sin embargo, González hizo lo contrario de lo que había hecho ocho años antes y le pidió a Patxi López que no renunciara a la posibilidad de ser lehendakari, algo que sólo podía conseguir con los denostados votos del PP, como así ocurrió unas semanas más tarde. Entonces no todos en la dirección del PSOE vieron con buenos ojos aquel paso que molestaba a los «amigos del PNV», amigos que todavía no le han perdonado a López el atrevimiento de haber seguido el consejo del expresidente.
Florencio Domínguez, EL CORREO, 7/10/12