EL CONFIDENCIAL 08/07/13
GONZALO LÓPEZ ALBA
El solapamiento del PSOE con fuerzas nacionalistas, que entró en su apogeo con el tripartito encabezado por Pasqual Maragall, quien promovió un nuevo Estatuto de Cataluña con la aquiescencia de José Luis Rodríguez Zapatero, es señalado como una de las causas más profundas del desdibujamiento del proyecto socialista y de su pérdida de apoyos electorales, con extraña unanimidad entre quienes realizan el análisis desde la militancia orgánica y quienes lo hacen extramuros, incluso desde las antípodas ideológicas.
Juan Fernando López Aguilar, exministro de Justicia y portavoz del PSOE en el Parlamento Europeo, que fue azote del nacionalismo canario, con el que ahora vuelve a gobernar en coalición su partido, sostiene: “Cada vez que los ciudadanos detectan que la aspiración socialista no es gobernar en solitario sino diluirse en una hipotética sopa de letras que pueda ocupar el gobierno sólo en ausencia o en defecto de una mayoría absoluta del PP, aunque sea por un escaño, el resultado ha sido, es y será, invariablemente, el hundimiento electoral de la oferta socialista como consecuencia directa de la confusión borrosa de su propia identidad. Sobran los ejemplos ingratos para corroborarlo” (La crisis del PSOE: identidad, ideas, organización, proyecto).
A su vez, el catedrático de Historia Contemporánea José Varela Ortega concluye que sus alianzas con fuerzas nacionalistas han provocado una “licuación ideológica” del PSOE: “En la práctica no se ha ‘socializado’ a los partidos nacionalistas (como pretendió hacer Zapatero con ERC), sino al revés, se ha ‘nacionalizado’ al PSOE. (…) Desde el punto de vista de los intereses socialistas, este salto político, sin preparación ni red explicativa, ha producido un roto electoral de regulares proporciones en una clientela políticamente izquierdista, culturalmente española, anti-nacionalista e internacionalista. (…) En estas capitulaciones matrimoniales con el nacionalismo, la izquierda se ha dejado algo más que plumas de su identidad programática. En buena medida, se ha vaciado de contenido ideológico” (Los señores del poder, Galaxia Gutenberg).
La respuesta de la Ejecutiva del PSOE es que se trata de “un partido con cierta flexibilidad para poder trabajar con la izquierda y con los nacionalistas”, porque así lo ha hecho históricamente y porque las mayorías absolutas parecen cosa del pasado. Pero también hay quien sostiene que ha llegado la hora de romper con la dialéctica territorial que ha marcado en gran medida la política española para implantar una dialéctica social. Una forma de intentarlo es cerrar este debate al menos para una generación, ya que “para siempre” es una pretensión que choca con una realidad que es dinámica.
La propuesta federalizante del PSOE llega cuando crecen los partidarios del Estado centralizado
La reforma de la Constitución
La propuesta de abordar -35 años después- una reforma de la Constitución de corte federalista, cosida con no poco trabajo por Alfredo Pérez Rubalcaba y Ramón Jáuregui, y avalada el sábado por unanimidad del Consejo Territorial del PSOE, representa un colchón para evitar el choque de trenes entre los nacionalismos periféricos y el nacionalismo español, un intento de recuperar un perfil propio que evite su emparedamiento entre ambos y una invitación a la inclusión de las generaciones que no pudieron participar del pacto de 1978.
Resulta tan necesaria como valiente y arriesgada en la actual coyuntura. Necesaria porque las tensiones territoriales, con epicentro en Cataluña, exigen de nuevas soluciones para nuevos desafíos ante los que no cabe el quietismo que caracteriza el modo de hacer de Mariano Rajoy. Valiente y arriesgada porque el territorial es un tema transversal y, como acostumbran, los nacionalismos periféricos se retroalimentan con el centralismo español, que utiliza la estructura territorial como argumento económico, “bajo la premisa de que una mala ordenación del Estado autonómico es lo que ha generado el déficit y la deuda de las Administraciones Públicas (y no la extraordinaria bajada de la recaudación de ingresos)”, según subraya el último Informe sobre la Democracia en España de la Fundación Alternativas, cuyo laboratorio de ideas dirige la socióloga Belén Barreiro.
La idea del ‘despilfarro’ autonómico como causante de la crisis económica ha calado entre la población, ya que los partidarios de un Estado sin autonomías han crecido de forma significativa a lo largo de 2012, mientras que descendían los defensores del vigente modelo autonómico. De acuerdo con los datos del CIS, en noviembre de 2011 casi el 40% de los ciudadanos se decantaban por el Estado autonómico existente, mientras que el 17,2% prefería un Estado centralizado. En diciembre de 2012, el porcentaje de partidarios de un Estado centralizado ascendió hasta el 24,6%, mientras que los defensores del Estado autonómico descendían al 32,5%.
Pero la crisis económica también ha contribuido a aumentar los sentimientos independentistas, como pone de manifiesto una encuesta realizada durante la campaña de las últimas elecciones en Cataluña. A la pregunta “¿Por qué ahora se habla más de independencia y se cuestiona la relación entre Cataluña y el resto de España?”, el 70,5% respondió: “Porque la crisis económica lo cuestiona todo”. Pero la crisis económica pasará algún día.
La “E” del PSOE
Como bien subraya López Aguilar, no sólo no existe un canon federal, sino que el Estado de las autonomías español figura en todos los análisis de Derecho comparado y de Ciencia Política como “una experiencia federal”, que no es otra cosa que un proyecto de convivencia común que funciona de acuerdo con unas reglas pactadas. Ese consenso es lo que, más allá de la semántica, todos los partidos tienen que reconstruir para integrar a los españoles que no pudieron votar la Constitución de 1978.
Los pactos con los nacionalistas han sido determinantes en la “licuación ideológica” del socialismo
El PSOE ha dado un paso adelante empezando por construir el consenso en su casa, donde las dificultades no eran menores (valencianos y baleares están más cerca del PSC que de otras federaciones del PSOE). Pero la reforma no será viable sin el acuerdo con el PP, y donde el PSOE ve una estación de llegada, el PSC sólo ve un punto de partida, de modo que la reconciliación de Granada puede quedarse en una tregua, en perpetua amenaza por la discrepancia sobre “el derecho a decidir”.
Juan Carlos Rodríguez Ibarra, expresidente de Extremadura, escribió el mes pasado en El Confidencial: “El nacionalismo vasco y catalán han dejado bajo mínimos la apuesta socialista en esas dos Comunidades Autónomas. Espero que el nacionalismo español, que tarde o temprano reaccionará ante el reto catalán y vasco, no arrolle a un partido que, como el PSOE, nunca fue discutido en su españolismo” (PSOE: La E de español). ¿Puede el PSOE ser un partido federalista sin perder la E de España?
La respuesta más gráfica la ofrece el socialista catalán Miquel Iceta, uno de los muñidores del pacto de Granada: “Lo más federal que hay en España es su escudo, donde están todas las partes sin que pierda fortaleza el conjunto”. Convertir esta declaración en una realidad cotidiana es la obligación de todos los partidos.