Sería difícil encontrar un alegato tan lleno de odio hacia la nación que le permite ser diputada y cobrar de ella como el que ha hecho Bassa. De llamar verdugos al mismo PSOE con quien han pactado a decir que han sido responsables de la “gran mentira sobre la violencia en Cataluña”. Poca broma, ni la de Bildu. Les ha dicho en su cara sociata –de cemento armado, pero cara al fin y a la postre– que le han robado un trozo de su vida, ha reclamado la puesta en libertad de Junqueras y la nulidad de la sentencia recalcando que, si fuera por ella, votaría que no, pero como sea que los presos desean una República Catalana nacida de la cordialidad, ha decidido abstenerse. Y ha dejado clarísimo que la gobernabilidad de España le importaba un comino. Que la señora afirme que es pacifista y feminista, con la cara de odio que ha exhibido, es lo de menos. O que hable de presos políticos y represión en un Estado de derecho que, insistimos, permite con laxitud suicida el insulto a las máximas autoridades del Estado en sede parlamentaria o que histriones como Torra desafíen día sí y día también las decisiones judiciales.
Lo curioso es que la diputada se haya referido a la popularísima frase “me importa un comino”, porque más española no puede ser. Podría haber dicho que España le importaba un huevo –o dos ovarios, por aquello del heteropatriarcado-, que se la traía al pairo, que le importaba un ardite o, ya en plan vernácula, que cal fer foc nou, bon vent i barca nova, tant me fot, me la porta fluixa o això d’Espanya ja pasa de taca d’oli. Pero no. Bassa ha hecho referencia al comino, conocida como Cuminum cyminum, especie importantísima de singular importancia en la coquinaria española. Mare de Déu.
Porque buen comino requiere la suculenta morcilla de Aranda o de Burgos; comino se añade a los mojos canarios; comino hay en el cocido madrileño, en la salsa que acompaña a los garbanzos, compuesta de esa especie, caldo y tomate; comino, en fin, han de tener el gazpacho andaluz o las deliciosas berenjenas de Almagro; comino llevan las delicadas cremas de calabaza, el cazón en adobo, los preceptivos potajes de vigilia, siempre con el indispensable bacalao, o los callos con garbanzos. Tal importancia deriva de sus propiedades altamente digestivas, siendo además harto recomendable para madres lactantes, personas que precisen de un diurético o padezcan de espasmos gastrointestinales, diarreas, diabetes, intestino irritable o incluso las sempiternas y porculeras úlceras. Ni les cuento cuando se trata de meteorismo, que nuestras abuelas combatían eficazmente con infusiones de comino o, en su defecto, anís estrellado.
A Esquerra le van a hacer falta kilos de comino ante la que se avecina, con Puigdemont ejerciendo de eurodiputado sin pasar por la casilla de la cárcel y Junts per Catalunya embistiendo contra Junqueras y su estrategia de pacto»
Ignoramos si Bassa sabe que Carlomagno dictó una orden respecto al comino, la Capitulare de villis vel curtis imperio, en la que exhortaba a los campesinos a que la cultivasen con dedicación. Intuimos que sus dolencias estomacales al verse obligada a negociar con los españoles precisarán, eso sí, del auxilio de esa semilla pequeñita y utilísima. Se la recomendamos mucho más que los consabidos Almax, Primperán y otros productos de botica anunciados en televisión. Como patriota catalana de primera división, debería acudir a las famosas Remeieras de Tuixent, también conocidas como trementinaires, de las que sí suponemos tendrá noticia. Esas beneméritas mujeres recogían hierbas por los montes y auxiliaban a todo aquel que precisaba de sus efectos sanadores. Hágalo, porque auguramos que a Esquerra le van a hacer falta kilos de comino ante la que se avecina, con Puigdemont ejerciendo de eurodiputado sin pasar por la casilla de la cárcel y Junts per Catalunya embistiendo contra Junqueras y su estrategia de pacto.
Hubiera sido mejor para los intestinos, el budellam, vamos, de algunos diputados de Esquerra marcarse un Oramas, negándose a votar abstención. Pero hay que quedar bien ante la parroquia y mantener encendida una vela a Dios, la república, y otra al diablo, España. Es lo que tiene la contención del odio obligada al teatro para seguir en el machito. Produce tamaños desarreglos intestinales que ni con toda la cosecha de comino pueden paliarse. De ahí que sus señorías deban ser comprensivos si a alguien se le escapa en sede parlamentaria un gas corpóreo, que no retórico. Cosas del comino.