Siempre han coexistido dos almas bien diferenciadas en el PSOE. Si nos remontamos a los tiempos de la Dictadura de Primo de Rivera y de la Segunda República, no fue ninguna broma la pugna entre la facción más moderada y la que abogaba por una vía revolucionaria radical. O mucho más recientemente, ya en la Transición, el debate en torno a la adscripción marxista volvió a evidenciar la pugna de esas dos almas en el partido que fundara Pablo Iglesias. Hoy no asistimos al enfrentamiento por ningún debate ideológico de peso. Pero más que nunca se manifiesta un choque feroz entre quienes creen que el PSOE debe escorarse hacia una posición de frentismo en la izquierda y quienes consideran que, por su vocación de partido mayoritario y de gobierno, debe tener una postura más socialdemócrata y posibilista. Tras el agrio Comité Federal en el que Pedro Sánchez dimitió como secretario general, lejos de haberse calmado las aguas, se mantienen incólumes ambas posiciones, que polarizan hoy a los socialistas entre partidarios de votar no a toda costa a la investidura de Rajoy y quienes piden una abstención que desbloquee la situación.
El PSOE está atrapado en una de sus peores encrucijadas en décadas. Y pese al rigor con que la Gestora liderada por Javier Fernández está tratando de canalizar el debate sobre esta cuestión de cara a la resolución que habrá de adoptar el Comité Federal –previsiblemente el sábado o domingo–, se han enconado tanto las posiciones y una parte considerable de la militancia está tan en contra de una abstención, que el equipo del dirigente socialista cada vez ve menos posible que se adopte una decisión unánime que comprometa a todos los diputados socialistas. De hecho, como hoy publicamos, algunos dirigentes empiezan a apostar por que sólo se abstengan 11, el mínimo imprescindible para facilitar la investidura de Rajoy, en lo que se ha dado en llamar una abstención técnica, para evitar un cisma en el Congreso. Ni Fernández ni Susana Díaz están de acuerdo.
Somos conscientes de lo mucho que se está jugando el PSOE y de la necesidad de que el partido salga lo menos perjudicado posible de esta coyuntura, por el bien general. Pero es fundamental que Fernández y los suyos sean capaces de alcanzar una fórmula de consenso, ahormada en una estrategia de más largo alcance. Porque una salida en falso como esa abstención técnica tal vez le sirviera al PSOE para ganar a la desesperada algo de tiempo. Pero no tardaría en demostrarse perjudicial, ya que dejaría al partido en el limbo de la indefinición. Y ello no cerraría la crisis abierta en el partido. Creemos que si perjudicial es que se repitan elecciones, y por ello deseamos que el Comité Federal adopte una resolución que lo evite, también sería nefasto que el PSOE quede hecho jirones en este episodio.
Hoy más que nunca este partido debe demostrar altura de miras y responsabilidad. Del próximo Comité Federal debe salir entendimiento y consenso. Para ello es necesario antes que nada huir de maximalismos que ahogan hasta la posibilidad del debate.
Qué duda cabe de que el abatimiento en la Gestora se debe en buena medida a la intransigencia que han encontrado en los dirigentes de algunas federaciones que amenazan con una rebelión si se opta por algo distinta a votar no a Rajoy. El PSC abandera esta postura. Y la victoria de Iceta en las primarias deja las cosas como estaban, ya que tanto él como su rival coincidían en que no se moverán del «no es no».
La inflexibilidad puede haberle venido bien a Iceta para su reelección. Pero el coste del desgarro interno que se está visualizando en el PSOE es altísimo. Y si tienen razón quienes sostienen que el partido necesita al PSC en su aspiración de volver a gobernar algún día este país, no es menos cierto que los socialistas catalanes, con su estrategia errática de los últimos años, contribuyen a lastrar el proyecto socialista nacional. Porque mucho antes de que se planteara el dilema sobre Rajoy, el PSC ya había pasado de los 25 escaños de 2008 a los siete actuales, por poner un ejemplo. Bueno sería que el conjunto de los socialistas convirtieran esta crisis en una oportunidad para regenerarse por completo de caras e ideas. Y que no tarden un día más en dejar de mostrarse ante los ciudadanos como un obstáculo para la gobernabilidad.