EL CORREO, 8/11/11
El candidato socialista se muestra más agresivo, desgrana un catálogo de medidas y trata de poner en evidencia la ambigüedad del programa del PP.
El aspirante popular juega un papel conservador sin mostrar apenas sus cartas y niega credibilidad a las promesas de su adversario
Alfredo Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy no se salieron del guión. El socialista tenía que arriesgar y se arriesgó, quería ser pedagógico y lo intentó. El popular tenía que asegurar y aseguró, pretendió dar la imagen de estadista y trató de demostrar que tenía el Estado en la cabeza. El candidato del PP repitió en lo esencial el discurso que propone desde hace meses por las plazas y polideportivos de España con pocas novedades; apenas mostró dos cartas, hará una reforma laboral y no congelará las pensiones. El aspirante del PSOE desparramó toda la baraja sobre la mesa. Sabedor de que va por detrás en las preferencias electorales disparó con pólvora del rey y no tuvo empacho en lanzar iniciativas en todos los aspectos que se tocaron en el debate, y hasta propuso alguna desconocida como el «replanteamiento de las Fuerzas Armadas».
Fue un debate que combinó la aspereza con el guante blanco. Hubo interrupciones, más por parte de Rubalcaba que de Rajoy, pero ninguno perdió las formas y apenas una vez se quejó el líder del PP ante el moderador de que su adversario no le dejaba hablar. También había nervios en los dos, pero se apreció a un Rajoy más inquieto que confundió a su oponente con José Luis Rodríguez Zapatero en un par de ocasiones. Salvados los titubeos iniciales, el aspirante popular dejó clara su estrategia. Por un lado, reprochó a Rubalcaba su pasado en un gobierno que no supo gestionar la crisis; y, por otro, restó credibilidad a su futuro por proponer medidas que no puso en marcha mientras pudo hacerlo en el Ejecutivo. El candidato socialista, además de soltar propuestas como un ventilador, sometió a examen a su contrincante sobre su propio programa con la intención de concluir que estaba plagado de ambigüedades y, encima, su teórico autor no se lo sabía.
Como era de esperar el capítulo económico fue el terreno de las mayores controversias. Rubalcaba defendió el carácter global de la crisis, y no una particularidad española a pesar de que el Gobierno socialista pudo cometer errores al detectarla. Pero no quiso perderse en ese aspecto, su objetivo era lanzar ideas y puso unas cuantas sobre el tapete: retrasar a 2015 el ajuste en Europa para situar el déficit público en el 3%, proseguir la bajada de los tipos de interés por parte del Banco Central europeo, lanzar un ‘plan Marshall’ de inversiones con los 60.000 millones de euros que maneja el Banco Europeo de Inversiones.
Eso en el terreno comunitario, en el doméstico abogó por subvencionar los contratos de formación, pagar la Seguridad Social de los trabajadores contratados en empresas de más de 50 trabajadores, suprimir las diputaciones provinciales, replantear el funcionamiento de las Fuerzas Armadas, subir el impuesto de sociedades. Rubalcaba se mostró convencido de que Rajoy iba a estar «callado» ante este catálogo de iniciativas porque necesitaba preservar la ambigüedad e indefinición de su programa electoral. De todos modos, dijo estar seguro que Rajoy, si es que gobierna, reducirá las prestaciones por desempleo y modificará el marco de las negociaciones colectivas para que los trabajadores de las pequeñas y medianas empresas queden fuera de ellos y estén al albur de las pretensiones de sus empleadores
Rajoy se quejó de que Rubalcaba le achacara intenciones falsas sobre asuntos en lo que ya ha expuesto lo que va a hacer. «Miente y deja caer insidias», denunció en más de una ocasión. Pero más allá de estos aspectos formales, ninguneó la avalancha de su oponente en los asuntos de fondo. «No tiene credibilidad», afirmó con rotundidad. Y se remitió a que es corresponsable de un gobierno que deja en herencia cinco millones de parados y un país sin crédito en los mercados internacionales. El candidato del PP, además, puso en tela de juicio la veracidad de las propuestas de los socialistas porque son unos expertos en «hacer lo contrario de lo que dicen».
Excusas
El aspirante popular lamentó que el socialista utilizara excusas de mal pagador al echar la culpa de la crisis a todo el mundo, Estados Unidos, Grecia o los especuladores, menos admitir que la responsabilidad principal es del Gobierno de Zapatero por «no saber gestionar bien» la crisis económica. En las políticas anticrisis, prosiguió, el Ejecutivo socialista encontró otro gran culpable, el PP, en vez de reconocer que los 41 planes que los socialistas han puesto sobre la mesa han sido un fracaso.
Rajoy pasó un mal momento con los emplazamientos de Rubalcaba a que dijera si piensa rebajar las subvenciones por desempleo porque así se puede desprender de recientes declaraciones suyas. El candidato popular negó la mayor y contraatacó con el compromiso de mantener el poder adquisitivo de las pensiones, es decir que si gana las elecciones no las congelará.
El candidato socialista subrayó, ya en el apartado de políticas sociales, que el programa del PP no dice ni media palabra sobre la financiación de la Sanidad porque defiende la paulatina privatización de la medicina. Rajoy también lo negó y defendió el carácter público del sistema sanitario si bien admitió la posibilidad de introducir la gestión privada si se demuestra que es más eficiente. El aspirante popular trató de devolver la moneda con un requerimiento a su rival a que dijera que medidas iba a tomar ante la situación de desigualdad que ha crecido en España al punto de ser el cuarto país de la UE con más diferencias entre pobres y ricos. Rubalcaba no respondió.
ETA parecía que iba a ser la gran ausente del cara a cara y solo al final, y a instancias del candidato del PSOE, apareció. Sirvió para que los dos aspirantes a la Presidencia del Gobierno hicieran profesión de fe sobre su voluntad de mantener la unidad antiterrorista a toda costa, estén en el ejecutivo o en la oposición, para «encauzar» el final del terrorismo, en el que las víctimas, según coincidieron los dos, deben jugar un papel capital.
Rajoy concluyó su intervención con una apelación al cambio porque «España lo necesita», y él y su partido «está preparados».
La alocución final de Rubalcaba fue un llamamiento a todos los ciudadanos para que voten porque la abstención «no resuelve problemas», y recordó que la salida de la crisis tiene dos caminos, el del PSOE y el del PP. Con el suyo, dijo, «nadie se quedará en el camino».
EL CORREO, 8/11/11