Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/10/12
Quiso la Junta Electoral del País Vasco que el debate más esperado de la campaña electoral del 21-O en ETB entre los candidatos de las cuatro fuerzas mayoritarias diera a UPyD y EB los suficientes minutos de gloria. La resolución, entendida en principio como un golpe bajo al interés de la audiencia, ensanchó el campo democrático y no empañó, pese a su formato inicialmente encorsetado, el interés de una audiencia que siempre acude concienciada políticamente a este tipo de programas. Después de tres horas de programa, abrazando ya la madrugada, el share medio llegó hasta un insólito 18%.
Tras hora y media de debate sereno, ninguno de los seis candidatos salió igual que entró. Sin caer jamás en el fuego cruzado dialéctico, con un rictus formal intencionadamente cuidado, hubo tiempo suficiente para que en el plató quedaran las huellas políticas suficientes, justo cuando la campaña agota sus últimas horas dentro de un contexto más bien tedioso y librándose fundamentalmente la batalla entre la movilización de los indecisos y la pelea por los restos.
La batalla parecía planteada en función del acoso a Iñigo Urkullu, convertido más allá de las encuestas en el clavo favorito para repetir el triunfo del PNV. Quizá tamaña responsabilidad pudo toda la noche con el candidato, quien se refugió excesivamente en el auxilio de los papeles sobre el atril y ofreció así una imagen de debilidad argumental. No fue su mejor noche, muy lejos de la solvencia exhibida en su encuentro anterior ante las preguntas de 30 ciudadanos, en el mismo set de ETB.
Posiblemente alentado por esta debilidad, el lehendakari, Patxi López, se creció. Fueron suyos los datos concretos en favor de la ayuda al empleo, al bienestar social y a la oposición férrea a los recortes de Mariano Rajoy. Incluso, ni titubeó al recriminar a Laura Mintegi, candidata de EH Bildu, la cobarde posición de la izquierda abertzale cada vez que llegaba el entierro de una víctima de ETA. Con su argumentación, el líder de los socialistas vascos exhibió el mayor esfuerzo de la campaña para arrancar de sus casas el 21-O a un elevado porcentaje de los miles de abstencionistas que un día decidieron renegar del PSE-EE.
En cambio, es muy posible que Antonio Basagoiti encuentre serias resistencias para rentabilizar en las urnas su insistente presión sobre Iñigo Urkullu para que le desvelara, durante toda la noche, si esconde en sus intenciones la actualización del demonizado Plan Ibarretxe. No lo consiguió, pero evidenció que su propósito no era otro que taponar la sangría de voto útil que se puede deslizar desde posiciones acomodadas hacia el PNV para alejar el fantasma abertzale.
Tampoco Basagoiti, en su blog de intenciones, se olvidó de Mintegi y de su connivencia con la izquierda radical durante la vigencia asesina de ETA. La candidata abertzale, encajadora donde las haya, prefirió buscar otros escenarios para su discurso alternativo, pero le costó demasiado sobre todo cuando llegaba el momento de poner blanco sobre negro, de construir con cifras sus propósitos. Para UPyD y EB, incorporados a última hora, el compromiso fue mucho más liviano: fueron a hablar de su libro y lo consiguieron porque nadie jugaba en su contra.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 19/10/12