Editorial, EL CORREO, 17/9/12
Arnaldo Otegi expresa, en el contexto de un libro sobre las conversaciones emprendidas con los socialistas para el final de ETA, sus «más sinceras disculpas» a las víctimas de la organización terrorista por si en su condición de portavoz de la izquierda abertzale hubiera «añadido un ápice de dolor, sufrimiento o humillación» a los damnificados. El «lo siento de corazón» que manifiesta desde prisión el dirigente de la antigua Batasuna no implica, a tenor de los extractos divulgados ayer, el corolario de una reflexión específica, tasada y crítica sobre el pasado violento de ETA, sus terribles consecuencias para la convivencia en libertad en Euskadi y la responsabilidad intransferible asumida desde la Transición por la propia izquierda abertzale en la pervivencia del terrorismo. La dialéctica de los ‘pasos’ hacia la normalización en la que cabe incluir la declaración de Otegi y su pretendida ingenuidad sobre padecimiento infligido a las víctimas no pueden orillar la consciencia con que el mundo de Batasuna amparó durante décadas el hostigamiento de muchos de sus convecinos; ni el hecho de que, avalada por su empuje electoral, persiga diluir en un ‘pasar página’ colectivo el deber moral contraído en la reparación genuina del daño causado. Como resultaría particularmente obsceno que la exBatasuna jugara en esta campaña electoral al ventajismo de presentarse como auspiciadora de la paz y del reconocimiento a ‘todas’ las víctimas.
Editorial, EL CORREO, 17/9/12