El Confidente, EL CONFIDENCIAL, 10/6/2011
Entre los pinganillos que casi nadie usa, el recorte de la ya de por sí mermada jornada laboral de los diputados que José Bono trata de imponer en el Congreso o la pantomima de las primarias socialistas para encumbrar a Alfredo Pérez Rubalcaba, no es de extrañar que los políticos se hayan convertido para los españoles en el tercer problema más grave del país.
Más de 12.000 euros por sesión y 350.000 euros anuales… para nada. Después de los ríos de tinta que provocó el controvertido uso de pinganillos en los plenos del Senado, prácticamente nadie los utiliza. Ni siquiera el propio presidente de la Cámara Alta, el socialista Javier Rojo, que se escaquea siempre que puede de colocarse los auriculares para atender las intervenciones en catalán, euskera y gallego de los senadores que prefieren expresarse en esas lenguas cooficiales.
Desde que el parlamentario Ramón Aleu, de Entesa Catalana de Progrés, estrenara el servicio de traducción simultánea el pasado 18 de enero, defendiendo en su lengua materna una moción para atajar el problema del abandono escolar, en todas las sesiones plenarias se han escuchado intervenciones en gallego, catalán y euskera, que son volcadas al castellano -nunca al revés- por un equipo de siete intérpretes. La única limitación, impuesta por el PSOE, es que ni las proposiciones de ley ni las preguntas orales al Gobierno pueden formularse en otra lengua distinta al castellano.
Cinco meses después del polémico estreno, el PP y los partidos nacionalistas están que trinan. Pero por razones diametralmente opuestas. Los populares, que ya rechazaron en su día la introducción del pinganillo con el argumento de que es un gasto inútil porque todos los senadores dominan el castellano, insisten ahora en que el tiempo les ha dado la razón. Y aseguran que el dispendio es doble: por el coste del servicio y por la infrautilización del mismo. Para expresar su frontal oposición a la traducción sumultánea, los senadores del PP -empezando por su portavoz, Pío García Escudero– jamás se calzan los auriculares.
El monumental enfado de los grupos nacionalistas se alimenta, como asegura el catalán Josep Maldonado, de CiU, de la «irreverencia permanente» de los senadores del PP -y muchos otros- hacia las lenguas cooficiales. El PNV incluso se lo reprochó a la cara -en euskera- durante el pleno del pasado martes al presidente de la Cámara, pero Rojo, sin pinganillo, ni siquiera se dio por aludido. La senadora Miren Leanizbarrutia le afeó en su lengua materna que no «diera ejemplo» pese a ser «la persona más indicada» para ello.
Entre los pinganillos que casi nadie usa, el recorte de la ya de por sí mermada jornada laboral de los diputados que José Bono trata de imponer en el Congreso o la pantomima de las primarias socialistas para encumbrar a Alfredo Pérez Rubalcaba, no es de extrañar que los políticos se hayan convertido para los españoles en el tercer problema más grave del país. Lo dice el último barómetro del CIS, y debe tener razón.
El Confidente, EL CONFIDENCIAL, 10/6/2011