Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

Ayer tuve un día curioso. Me desperté y, como siempre, leí el periódico. Enseguida me deprimí. Pensé que el ejemplar era de diciembre de 1985 y había retrocedido 40 años atrás. Pero no, seguimos debatiendo sobre ¡el derecho a decir! Y lo hacemos justo en el momento en el que los ardores independentistas menguan a sus valores mínimos y los ciudadanos optan mayoritariamente por esquemas de relación normales, pacíficos y realistas con el entorno. Ingenuo de mí creí que decidimos ya sobre la educación, la sanidad, la policía, la Hacienda y otras nimiedades similares, y que tras la interesante experiencia catalana se había cambiado el foco de interés de nuestros gobernantes.

Pero no, ahí seguimos queriendo decidir, pero sin antes haber decidido y acordado entre nosotros qué es lo que queremos decidir, quiénes lo vamos a decidir, con quiénes lo vamos a decidir, cómo lo vamos a decidir y durante cuánto tiempo va a estar vigente nuestra decisión. ¡Quo usque tandem…! Desde luego hay maneras de perder el tiempo más divertidas y menos perjudiciales.

A media mañana oí en la radio que la nueva planta de baterías se instalará en Zaragoza. Total solo son 4.100 millones de inversión y 3.000 nuevos empleos de calidad. Me dio un ataque de envidia paliado con el consuelo de que los pobres aragoneses solo podrán decidir el lugar donde ubicarán la nueva gigafactoría de baterías. Quizás la pongan al lado de la enorme planta (15.000 millones de euros) de Amazon…

Luego, a mediodía, comí con el presidente de IBM, quien al ser preguntado por las razones que le han llevado a la empresa que dirige a posicionar en Euskadi su centro de computación cuántica, uno de los seis que tienen diseminados por el mundo, señaló el compromiso y la determinación de la Administración, la red de centros tecnológicos, el compromiso del cercano entorno industrial, el volumen de inversión sostenido en el tiempo en ciencia e investigación y el alto nivel formativo de la sociedad en general.

No sé si quiso halagarnos los oídos pero, por si acaso son esas cosas las que influyen en el ánimo de quienes buscan emplazamientos para localizar sus grandes inversiones, yo me centraría en ello y no perdería el tiempo con ensoñaciones trasnochadas. Procuraría también no pegarme tiros en los pies, evitaría abrir heridas que están mucho mejor cerradas y no me engañaría con la pacífica aceptación europea de ciertas pretensiones.