Como suele ser costumbre, en su intervención de ayer en el Foro Expectativas Económicas de EL CORREO, el lehendakari dijo varias cosas sensatas, obvió otras más peliagudas y, ya que estamos entrando en periodo navideño, expresó sus buenos deseos para el inmediato futuro. Habló de la ‘singularidad vasca’ que, para nuestra tranquilidad, la enmarcó esta vez en la estabilidad institucional que proporciona el pacto con el PSE-EE y que es una ‘rara, y extraordinaria, avis’ en medio del gallinero político del entorno. Una estabilidad que le permitirá aprobar unos presupuestos de ‘contento’ social con récord de gasto, siguiendo la moda, y que supone un valor en sí mismo de cara a la necesaria recuperación económica. Algo que va en línea con la reforma fiscal, en donde enfrió los ardores de unos y mitigó los temores de otros, de cara a la reforma fiscal prometida para el próximo ejercicio, que sólo incluirá retoques puntuales, en busca de facilitar nuevas inversiones y permita a su vez mantener el gasto social.
Aquí pasó de puntillas sobre el debate resucitado con la especificidad fiscal vasca, esta vez con ocasión de los nuevos impuestos. La opinión pública, y más aún la publicada al sur del Ebro, confunde el ‘paraíso fiscal individual’ que no existe, como demuestra la dirección que toma el flujo de contribuyentes, con la ‘ventaja fiscal colectiva’ que proporciona el Cupo, cuyas cuentas nadie se esfuerza en aclarar (en especial el gasto social per cápita que presenta diferencias mayores) y cuya peculiar manera de aprobarse desata todas las suspicacias. En este sentido, la postura de los socios del Gobierno supone un cierto descaro. El PNV aprueba para otros en Madrid lo que no piensa aplicar aquí y el PDeCAT da su voto a lo que considera un bodrio que será tumbado con seguridad por los tribunales.
El lehendakari mostró su confianza en que seremos capaces de atravesar esta fase de desaceleración, evitando la temida recesión. Algo que parece sustentarse en los últimos datos publicados que, sin ser buenos, son mejores de lo esperado, que era muy malo. No obstante, dada la enorme apertura al exterior de la economía vasca, y en especial de su industria, nos será difícil apartarnos del escollo que supone una economía europea manifiestamente alicaída, dentro de un panorama general plagado de incertidumbres. La inflación general baja, mientras que la cesta de la compra sube y los tipos de interés se encuentran a la espera de nuevas alzas que detraerán más dinero del bolsillo de los ciudadanos y de las cuentas de resultados de las empresas. Si podemos con todo ello será algo extraordinario.
¿La gran ausencia en su discurso? La demografía, que evoluciona de manera catastrófica y que nos conduce a un lugar indeseado porque, sin vascos, no habrá economía vasca. ¿Para qué?