Del Bloc de Santiago González
El discurso de Navidad del Rey es el arranque de la cena de Nochebuena para la mayor parte de las familias españolas. No era una ocasión que el hijo del frapero estuviese dispuesto a dejar pasar sin marcar paquete y lo hizo con el talante totalitario que es su principal seña de identidad. Se empeñó en imponer al Monarca el contenido de su discurso y a los ciudadanos el tema de conversación.
Como era de esperar, el PP, Vox y Ciudadanos aprobaron el mensaje real, los golpistas catalanes, los de Unidas Podemos y los nacionalistas vascos de uno y otro signo lo criticaron radicalmente y el sanchismo no se pronunció porque ya lo había hecho con anterioridad al firmar su ‘nihil obstat’ al discurso.
ETB arrancó su Teleberri-2, el informativo de la noche, a la misma hora en que el Rey iniciaba su charla, aunque al ejemplar periodismo que se practica en la televisión pública vasca le costó un ratito darse por enterado. Fueron 26 minutos y 10 segundos los que emplearon en dar noticia del Brexit, las colas de los camiones, los cierres de bares en las capitales vascas, mientras en Pamplona la genta abarrotaba las terrazas hasta las 10 de la noche, la pandemia, y reportajes varios de la vida cotidiana durante 26 minutos y diez segundos.
Según la tradición de la casa, el teleberri de Navidad se abría con el discurso que no había sido, noticia la noche anterior. Ayer no. Le antecedió una operación de la Ertzaintza contra los ladrones de 20.000 piezas, restos arqueológicos que se encontraron en csa de un detenido. “Lo hacían al más puro estilo Indiana Jones”, decía un agente de la policía autonómica. Luego vino el discurso del Rey que “venía con gran expectación pero no con grandes expectativas”. La presentadora del informativo se mostró indulgente al decir que el titular de la Corona volvería dar un discurso el día de Reyes, (con motivo de la Pascua Militar), por lo que “dispone de una nueva oportunidad para afrontar otro de sus grandes problemas”.
Es una manera alternativa de verlo, como casi todo en la óptica nacionalista. Pablo Iglesias, al igual que se socio de Gobierno expresó su valoración por adelantado y dejó el juicio a posteriori a esa asombrosa criatura que tiene como portavoz de su grupo en el Congreso, que se empeña en llamar al Rey Felipe IV, probablemente por un problema de lateralidad con los números romanos que le impide saber donde tiene que poner el palito.
El discurso de Felipe VI estuvo a la altura de lo que era esperable en él. Fue preciso, medido, empático con los ciudadanos, principalmente con los que más sufren y tratando muy equilibradamente el problema del Rey emérito, claro que no tanto como deseaban los golpistas y el populismo nacional, que deseaban una comparecencia con golpes de pecho, en plan señor, pequé y que el mando supremo del Fuerzas Armadas (art. 62 h de la CE) se confesara rodeado por una fantasía privada de militares en la reserva.
Esto viene de antiguo. En su primer discurso en 2014, el juez José Castro, que instruía el caso Nóos, escogió la víspera de Nochebuena para sentar a la infanta Cristina en el banquillo, muy probablemente con el fin de que los españoles leyeran por la mañana en los periódicos la noticia con la que Podemos deseaba solapar el discurso navideño del Rey de España. Las familias españolas no discutieron si Monarquía o República como sospechaba el botarate segundo del Gobierno, pero en el discurso de Nochebuena volvieron a comprobar que la Jefatura del Estado no puede estar en manos más solventes.