Santiago González-El Mundo
Di Dicen que quienes sufren la amputación de una pierna sienten que les duele el miembro del que carecen; es lo que se llama dolor fantasma, algo distinto a la versión freudiana de Woody Allen sobre la envidia de pene: «Soy el único varón que la padece». Resulta que la cuadri de Puigdi había posado antes de que el fiscal Maza–¡cuánto le vamos a echar de menos!–, pidiera cárcel para ellos y una juez se la acordara. No faltaba nadie, sobraba uno: el consejero Santi Vila, que abjuró de ese dispositivo intrauterino para disléxicos, la DUI y dimitió de su cargo.
La ficción del Gobierno legítimo tropezaba con el obstáculo de que en la foto se hubiera colado un intruso, lo que tenía fácil solución en los tiempos de la Revolución rusa que tanto evocan los más discapacitados de la política española. Y si Stalin supo borrar de las fotos y de la memoria al traidor Trotski, ¿cómo no iban a saber Puchi y su cuadrilla evaporar al botifler Vila? Luego está la capacidad y parece que el photoshop y el aerógrafo no son el fuerte de esta tropa, como la economía y cualquier otra disciplina que requiera el don de la palabra (y de los números) no están al alcance de Martita Rovira, esa criatura.
Y la manipulación ha dejado rastros. Hay dos versiones: la primera, que reprodujo Dolça Catalunya, dejó la pierna del ex consejero entre las del ex presidente y las del ex vicepresidente. La segunda, publicada ayer en EL MUNDO, mostraba un intento, también fallido, de borrar la pierna delatora, pues deja un rastro de muslo que impide ver el dibujo de la alfombra. El miembro mudo (el locomotor, ojo) de Santi Vila es precisamente el elemento que da sentido al conjunto. Queridos niños y queridas niñas: este no es un «Govern legítim», como reza el cartel. Los que posan en la foto son un hatajo de piernas.
En realidad, Cataluña es a estas alturas un dolor fantasma para España, el muslo de Vila amputado por los golpistas, por la nieta del alcalde franquista de Sant Pere de Torelló, en cuya cabeza conviven en dosis armónicas la paranoia y la memez. Marta Rovira hace campaña para el cargo al que la postula Oriol Junqueras denunciando que el Estado quería alfombrar las calles con sangre y muertos catalanes. Tras la muerte de ese ejemplar de profesional y ser humano que ha sido José Manuel Maza, España, Europa y el género humano están un poco más desasistidos frente a una cuadrilla de desaprensivos. Arran, las juventudes de los antisistema que han sido la brújula de los golpistas, dieron noticia del fallecimiento colgando la foto del que hasta el sábado fue fiscal general, con la leyenda «Hasta nunca, Maza». El presidente del Gobierno calificó el regüeldo de Martita como «intolerable». El ministro del Interior ha dicho que «no habrá impunidad» para quienes llenan las redes de odio e insultos contra Maza.
Sólo hace falta saber cómo definen Rajoy y el ministro Zoido «intolerable» y «no habrá impunidad». Y que apliquen toda la fuerza de la democracia a llevar esas palabras al terreno de los hechos.