ABC 04/06/15
LUIS VENTOSO
· ¿Qué impedía a Rajoy tomar medidas el mismo lunes contra el abuso del himno?
EL PP no va a arreglar sus problemas prejubilando a Arenas, Pons o Floriano para poner un par de caras nuevas en puestos secundarios. Tampoco cambiando a algún ministro baqueteado por otro más fresco y risueño. Su reacción debe pasar por un mayor nervio político de su cúpula ante los problemas que los ciudadanos sienten como propios. Ejemplo de libro es lo que ha ocurrido con la pitada al himno, donde a la hora en que escribo no se conoce posición firme del presidente del Gobierno ni de su vicepresidenta.
Ignacio Camacho, un analista inteligente, que anda por ahí y toma el pulso a la sociedad, alertaba ayer en estas páginas de que esta vez la pitada ha puesto del hígado a la mayoría de los españoles. O dicho con su hermosa prosa: «El hartazgo ante la insolencia nacionalista ha cuajado en un estado de cabreo sólido». A la mayoría silenciosa, al 80% de los españoles, les toca la zanfoña que se haga escarnio de sus símbolos y que además salga gratis.
Si de verdad Rajoy y su equipo hubiesen escuchado el recado de las urnas, el lunes, a primera hora, el presidente habría reunido en La Moncloa a su ministro de Cultura (que lleva Deportes), al de Interior, a su resolutiva vicepresidenta y a la Federación Española de Fútbol, y prepararía un paquete de medidas concretas para intentar poner coto al pisoteo gratuito del himno del país. Acto seguido, llamaría al líder de la oposición para contarle su iniciativa y pedirle su apoyo. Lo dé o no, al final de la mañana el presidente comparecería y comunicaría a los ciudadanos sus decisiones, «porque la España democrática tiene el deber de defender sus símbolos nacionales, tal y como hace cualquier país libre del mundo». Educadamente, haría también un guiño a los catalanes, diciendo que para nada considera la pitada símbolo del sentir del conjunto del pueblo catalán, y que sabe que también allí es mayoritaria la opinión de que sin respeto a los demás y desde la ofensa no se construyen las sociedades libres.
Seguramente en el próximo partido volvería a haber incidentes. Pero el presidente habría demostrado con su gesto que está en sintonía con el corazón del pueblo. Por supuesto, el separatismo, los que abogan abiertamente por destruir España, pondría el grito en el cielo, y Sánchez y la prensa global madrileña se aprestarían a darles la razón. Pero la inmensa mayoría de los españoles estarían de acuerdo con su presidente y el PP comenzaría a demostrar con hechos concretos que escucha.
¿Hablamos de un gesto alocado e imposible? En la final de la Copa de Francia de 2002 jugó un equipo corso, el Bastia, y su hinchada nacionalista silbó cuando sonó «La Marsellesa». Chirac, indignado, abandonó el palco veinte minutos. En 2008, en un FranciaTúnez, parte de la afición tunecina y algunos franceses hijos de inmigrantes magrebíes repitieron la ofensa. Todos los partidos franceses expresaron su repulsa sin fisuras. Por la mañana, el presidente Sarkozy tomó medidas. Reunió a su ministra de Cultura, al de Interior y al presidente de la Federación de fútbol. La solución fue sencilla: si se pita al himno nacional el partido queda suspendido. Hasta hoy.
Eso e s hacer política. Lo otro, rezar a ver s i escampa.