Pedro Chacón-El Correo

Esta mañana, en el inicio del debate de investidura, hemos visto y oído por parte de los dos candidatos a lehendakari –Otxandiano y Pradales– política nacionalista en estado puro. Una mezcla de detalle hasta lo más nimio de la acción del gobierno, junto con unos postulados que claman siempre por un futuro promisorio que no se sabe cuándo llegará. El más llamativo, sin duda, Otxandiano, que ha empleado más tiempo que el propio candidato jeltzale y que ha destripado la política que él desarrollaría hasta casi el nivel de un negociado de la administración. Pradales, en cambio, ha estado más generalista pero a la vez más cálido, y se le ha visto una preocupación mayor por los estados anímicos de las personas. Pero, para ambos, todo se solucionará con el autogobierno, porque autogobierno y bienestar forman una pareja indestructible.

Lo que ocurre, con estos pronósticos nacionalistas, es que hay una parte esencial de la realidad que les rodea que intentan hacer como que no existe. Y en el caso de Pradales resulta paradigmático porque lo verbaliza expresamente. Es cuando dice que solo hay dos instancias a las que tendrá en cuenta en su acción de gobierno: Euskadi como casa común y Europa como lugar en el mundo. Es muy llamativo, porque el Estado no aparece en ese binomio, se obvia, se puentea. Cuando resulta que es al Estado al que se refiere una y otra vez en su discurso como instancia insalvable de su acción de gobierno.

Al menos en tres ocasiones ha citado al Estado para decir cosas que le afectan directamente. El Estado aparece para decir que actualmente es un escenario de incertidumbre e inestabilidad, cuando resulta que su partido está apoyando que esa situación sea la que es, por su apoyo decidido desde 2018 a los gobiernos de Pedro Sánchez y al sostenimiento de su mayoría en el Congreso. Luego ha aparecido otra vez el Estado en su discurso, para decir que los indicadores de calidad y de vida en Euskadi son superiores a los del Estado, lo cual no es cierto, al menos no en todos, ya que, por ejemplo, acabamos de saber que en los informes PISA de educación los niños de Madrid y de Castilla-León son los mejores en creatividad, mientras que los vascos están a la cola. Y por último ha vuelto a aparecer el Estado, para decir que será necesario el pacto con el Estado, después de conseguir el pacto al interior de Euskadi, para lograr un nuevo estatus político, basándonos en el modelo del concierto económico, que siempre fue uno de los argumentos favoritos del lehendakari Urkullu.

O sea que, como vemos, el Estado siempre presente en la acción de gobierno en aspectos esenciales de su desarrollo y luego, sin embargo, solo Euskadi y Europa como referencias únicas a las que apelar. Es este, justamente –un elefante que no se quiere ver aunque lo tengamos delante–, lo que más ha caracterizado el programa nacionalista que nos ha desplegado esta mañana el candidato Pradales. Ni que decir tiene que siempre ha dicho Estado, claro. Y es que la gente está ya tan educada en este lenguaje que sabe perfectamente a qué se está refiriendo sin necesidad de nombrarlo, ni de que lo nombre yo ahora. Lo cual no quiere decir que por no nombrarlo no lo tengamos bien presente ni sepamos a qué se refiere, quizás de una manera más efectiva que si lo nombrara.