- Arde España, sus instituciones y españolito. No pasa nada
Jamás en nuestra historia habrá tenido un dirigente político menos oposición que Pedro Sánchez. No hay día que no alumbre una nueva felonía, una nueva desgracia o una nueva burla al estado de derecho. Quita y pone cargos a su antojo, se asocia con lo peor de nuestro país, escupe en la cara a los partidos a los que pide sentido del estado y miente, miente y miente. ¿Reacción? Ninguna. Las calles están vacías de manifestaciones contra este gobierno que tiene por modelo el puerto de arrebatacapas, nadie protesta. Si acaso, cuando Sánchez se roza con las gente, cosa que cada vez sucede menos, tiene que soportar brevemente los improperios de quienes ya no aguantan más. No hay nada organizado, no hay una sociedad que tenga claro que hay que movilizarse, no hay engranajes democráticos que permitan activar las palancas de la disidencia, del descontento. Se nos va la fuerza por la boca y todo se queda en quejarse en Tuiter.
Quita y pone cargos a su antojo, se asocia con lo peor de nuestro país, escupe en la cara a los partidos a los que pide sentido del estado y miente, miente y miente. ¿Reacción? Ninguna
Los medios, por lo general, nos venden lo que quiere el gobierno, las redes sociales se ocupan de expulsar a quienes se manifiestan críticos, las organizaciones profesionales se inhiben, la intelectualidad está entregada al dulce opiáceo izquierdista que supone la subvención y salir en el dominical de Lo País y cualquier muestra de desacuerdo te convierte en proscrito, en un peligroso fascista, en un loco al que hay que meter dentro de una camisa de fuerza. No se permite la oposición civil. Ver como funciona nuestro país es para echarse a llorar. El crimen y la delincuencia han llegado a sentarse en la silla del mandatario y sale más a cuenta ser okupa que meterse en hipotecas y deslomarse para pagar una modesta casa. Es más simple tener una paguita de aquí y otra de allá y cobrar tus buenos mil euros que trabajar de camarero. Todos los gandules, los picaros, los carteristas, los fracasados de la inteligencia, han encontrado acomodo en el sistema en el que Sánchez nos ha metido. Es terrible que un autónomo que se levanta a las cinco de la mañana para abrir su modesta tiendecita de comestibles viva acogotado por los impuestos, expuesto a que le roben impunemente, a que cualquier barbián le falte el respeto, a que unos inspectores sin escrúpulos le amenazan con tal de irse con una propinilla o que le suban el alquiler hasta precios inalcanzables para cualquier trabajador honrado porque ”alguien” le ha ofrecido al propietario una suma considerable de billetes para acabar instalando en ese mismo local una tienda de fundas de móviles o similar. La policía tiene las manos atadas, el individuo no tiene derecho a defender su propiedad o su vida a riesgo de acabar en la cárcel, las consignas gubernamentales son tan machaconas como burdas y plúmbeas, los jóvenes viven en una burbuja de autocomplacencia que, cuando estalle, va a dejar toda una generación de tullidos emocionales, las patologías se convierten en leyes, la historia se viola en manada con la aprobación sonriente de quienes más deberían defenderla y nuestros bolsillos están vacíos mientras los poderosos son más y más ricos y cualquier nulidad puede ganar al año más de cien mil euros a cambio de la sumisión.
Comprendo que resulte duro leerlo, pero he de decirles que la culpa es nuestra y solo nuestra. Si en España hubiera españoles y no puras terminales conectadas a la televisión, a lo mejor la cosa podría remediarse. Pero nos hemos dejado aborregar. Ya ni siquiera existe la rabia o el exabrupto al ver a Sánchez en los informativos. Si acaso, un bostezo sonoro y esa maldita frase: «A ver qué ponen en otras cadenas».
Qué bien les ha salido el experimento. Si salimos de esta costará mucho tiempo poner de nuevo a España en pie.