Luis Ventoso-El Debate
  • ¿En qué país del mundo el presidente del Gobierno pone a parir a los jueces en un corrillo de los actos de la Constitución? Solo en España

Los actos por el 46 aniversario de la Constitución resultaron el retrato a plena luz del día de un destrozo, el de la quiebra de las instituciones y las reglas no escritas de nuestra democracia. Pero por desgracia no es asunto que desvele a la mayoría del pueblo, que está en sus cañitas, sus series, su puente… y no quiere «aburrirse» con la política (por no hablar de nuestra encantadora juventud, con legiones de universitarios que hoy se informan mayormente… ¡Con vídeos –facilitos– de TikTok!).

Lastimoso Día de la Constitución. En primer lugar, y como ya es norma, faltaban en el Congreso los partidos separatistas que sostienen al Gobierno de socialistas y comunistas. Ni rastro de los socios, los separatistas catalanes del golpe de 2017, el farisaico Partido Aprovechategui, la formación heredera de ETA y el neolítico BNG. Plantón general, porque desprecian a España y su Constitución (y también a los españoles, pues en el fondo de toda esta matraca late una honda veta xenófoba). ¿Cómo van a celebrar la Constitución si su meta declarada es reventarla? La Carta Magna les repugna porque consagra la unidad de España, cuyo garante último son la Corona y las Fuerzas Armadas. Odian al Rey por una razón sencilla: se interpone en la quimera de las republiquitas. Por su parte, Vox asistió al izado de la bandera, pero luego se ausentó con el argumento de que «no se puede celebrar el Día de la Constitución con quienes la vulneran 364 días al año».

Completó la estampa el agente provocador habitual: Sánchez. Hizo una declaración institucional a las puertas del Congreso, pero se negó a aceptar preguntas, cuando nos debe muchas respuestas, al estar embadurnado por la corrupción. Se giró, con ese deambular chuleta que lo distingue, y dejó plantados a los periodistas con sus interrogantes colgados de los labios.

Sí se dignó a hablar con la prensa en los corrillos del interior, porque quería dejar unos recados ya sin las cámaras grabando. Allí, con sus fámulos Ortiz y Pumpido a su vera, largó una andanada contra los jueces, a los que acusó una vez más de acosarlo.

Lo damos ya todo por normal, porque hemos transigido demasiado. Pero aún así resulta tercermundista que un presidente del Gobierno cargue contra otro poder del Estado, la justicia, precisamente en el día en que se rinde tributo a la Constitución. Es propio de un país de tercera división, y no del nuestro.

España está hoy machacada institucionalmente. Y no por la corrupción, que es muy dañina, por supuesto, pero que con mayor o menor intensidad siempre aparecerá, dada la falibilidad humana. España está averiada por otros motivos, que son tres:

1.- El PSOE, un partido medular y que por desgracia es el que más tiempo nos ha gobernado, ha homologado la mentira como una manera aceptable de hacer política. Al inocular esa carcoma moral mina la salud de todo el sistema.

2.- Sánchez ha acometido un control partidista, abusivo e implacable de las instituciones públicas que deben servir a todos los españoles. Ha asaltado desde el CIS a RTVE, pasando por el TC, o incluso por las estadísticas del paro, hoy trucadas con una zafia añagaza semántica. Ha llegado al extremo filochavista de convertir el TC en un tribunal de casación del Supremo al servicio de los intereses del PSOE.

3.- La mayoría que sostiene al Gobierno de España está conformada por partidos que aspiran a destruir España. Eso es lisa y llanamente un disparate, un absurdo que no ocurre en ninguna parte.

Lo que están destapando los periódicos, la Guardia Civil y el intermediario Aldama es escandaloso. Pero por desgracia el cáncer del sistema es mucho más profundo. El sanchismo ha liquidado el juego limpio, las reglas no escritas que oxigenaban la democracia y la posibilidad de establecer puentes entre adversarios. Por eso la cura de España va para largo… Si es que llega, porque una derecha a bofetadas supone la perfecta felicidad del PSOE (y quien no lo crea, no tiene más que fijarse en cómo las televisiones del régimen alzapriman con volumen máximo cada roce entre Vox y PP, sabedores de que sus peleas son pomada para las cicatrices del sanchismo).