Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 20/11/11
Euskadi acude a votar en paz bajo la amenaza de la crisis y con el debate sobre su escenario político – El resultado de hoy condicionará el resto de legislatura vasca
Apenas un mes después de que ETA anunciara su ansiado cese de la violencia, Euskadi acude hoy a votar, por primera vez en paz, en unas elecciones generales impregnadas de una doble lectura política. De un lado, el 20-N sustanciará hasta dónde llega en las urnas el índice corrector del hecho diferencial vasco con respecto al dibujo estatal prefijado por la cruda realidad económica y el reflejo consiguiente en las encuestas; de otro, esbozará cómo se va acomodando la respuesta electoral al nuevo escenario político de Euskadi, teniendo como horizonte lógicamente las próximas elecciones autonómicas.
Muy por encima de la incertidumbre que, por primera vez, rodea el desenlace de estas elecciones generales, se encuentra como epicentro de su interés la redistribución de fuerzas en clave vasca que provocarán sus resultados. Es innegable que la asignación de los 18 diputados en juego provocará un ejercicio involuntario de su inmediata traslación al nuevo escenario político, que ha venido a configurarse tras la llegada de la paz y de la conversión democrática de la izquierda abertzale asociada hasta ahora a Batasuna.
Aunque desde los dos partidos (PSE-EE y PP) que sostienen al Gobierno vasco se pondrá el acento, con razón, en deslindar desde esta noche la tipología de cada elección, desde su indisimulado propósito de frenar cualquier atisbo de acortar la actual legislatura, es fácilmente predecible asegurar que la foto de situación del 20-N abre la puerta a una proyección de futuro en el marco político de Euskadi.
El desenlace demoscópico de una arrolladora victoria del PP en España permite concentrar, en cambio, todo el interés de la jornada electoral en el escrutinio de Euskadi, donde se multiplicarán las interpretaciones de sus resultados con una lógica proyección de futuro.
De entrada, por encima de la suerte que depare la obtención o no de grupo parlamentario propio -en sí mismo el símbolo de la victoria o de la derrota-, una mayoría significada del voto nacionalista y abertzale servirá al PNV para agilizar su conocido propósito de adelantar las elecciones autonómicas. ¿Lo conseguirán? De entrada, la intensidad de esta reivindicación estará en función, claro, del nivel de fortaleza electoral del PNV. Si lo consiguiera, tendría que incorporar a su propósito a Amaiur para ensanchar el campo de su intención ya que si no lo lograra podría ser interpretado como una simple batalla por la recuperación del poder, como en más de una ocasión ha hecho ver la izquierda abertzale.
Al margen del devenir en la estrategia nacionalista, parece innegable que el 20-N condicionará el desarrollo del resto de la legislatura vasca. Es por ello que su resultado pueda considerarse como un ensayo en el camino a recorrer hasta las próximas autonómicas, cuya celebración el Gobierno vasco fija en 2013. En este propósito, el PSE-EE cuenta con el respaldo del PP desde Madrid y Vitoria, y solo se vería quebrado, según la hipótesis que maneja el propio lehendakari, Patxi López, por la invasión de una lacerante situación económica.
Precisamente hacia la economía quiere volcar López su estrategia en el resto de legislatura, consciente de que constituye la auténtica preocupación social y consciente, además, de que se avecinan tiempos difíciles que podrían castigar en exceso a su gobierno si los parámetros del mercado de trabajo empeoran. De paso, al proyectar esta prioridad rebajaría la temperatura del actual debate nacionalista que se deriva de las conclusiones de la Conferencia de Aiete y que, como es previsible, se verá activado, precisamente en Madrid, por la llegada de Amaiur.
Frente a esta proyección de futuro, Euskadi, de momento, se dispone a convivir con una realidad política que se antojaba quimérica hace unos años. Así, a partir de hoy, cuatro mayoritarias sensibilidades políticas se aprestan a compartir, sobre todo, un mismo escenario sin violencia, en el que les separará previsiblemente una exigua representación y así obligarles a idear acuerdos posiblemente inéditos en un contexto económico que exigirá, sin duda, una responsabilidad compartida. Será su particular ensayo para prepararse ante las próximas elecciones autonómicas.
Juan Mari Gastaca, EL PAÍS, 20/11/11