Un entierro de primera

ABC 17/02/14
FÉLIX MADERO

· Joaquín Leguina recuerda que hasta que llegó Zapatero no había aplausos en el Comité Federal

Una de las pruebas que evidencian la mezquindad instalada en los partidos es la manera en la que prescinden de aquel que piensa por su cuenta. Basta un par de declaraciones que no vayan en la dirección señalada por el dedo caprichoso del líder y se cae en desgracia. Se explica así la manera en que en este circo crecieron los enanos de la medianía que pasaron por los ocho años del zapaterismo. Esos, que tienen nombre y apellidos, son también responsables. Zapatero no es más que la síntesis de una desgracia política que aún nos dura, y si no véase Navarra.

La prueba de que es así en el PSOE es Joaquín Leguina. Parece un verso suelto, uno que va por libre, alguien al que le importa una higa todo ese juego de aparatos que premian o castigan. Quizá llamar compañeros de Leguina a los actuales jefes socialistas sea demasiado. Por mucho que doy vueltas no encuentro forma de que se sienta compañero de Elena Valenciano, Trinidad Jiménez o Carme Chacón. Se me dirá que son generaciones distintas, y es verdad. Tanto como que este es el problema: haber sido de una generación distinta a la de Zapatero, que tapó el debate, la crítica y la reflexión de una generación que no estaba dispuesta a aceptar ninguna de las tres circunstancias, y menos que ninguna la crítica. Leguina recuerda: hasta que llegó Zapatero no se aplaudía en el Comité Federal.

En Onda Cero, en el programa de Carlos Herrera, escucho a Leguina, que presenta su último libro, y disfruto de unos minutos de radio en el que las preguntas se combinaban con respuestas inteligentes, documentadas y libres. Leguina ha escrito un libro contra Zapatero y sobre todo contra los que le apoyaron. Nunca se calló, y si en el PSOE quedara algo de inteligencia política lo habrían de leer con el agrado de quien desde la razón y el cariño a unas siglas que considera suyas se explica. Quiere ayudar al PSOE, quiere divertir al lector, y todo eso es posible cuando habla la verdad. El zapaterismo, no tanto el PSOE, está falto de un entierro, asegura Leguina. O se reconoce el error o el PSOE no saldrá del hoyo. Falta, y qué bien expresado queda, un entierro de primera de una época dirigida por un presidente que nunca tuvo sentido de Estado, pero si facilidad para la política de campanario. Y así reformó los estatutos que nadie quería reformar mientras pactaba con los enemigos del Estado y claramente de España con tal de tapar la salida al PP. En Galicia con el BNG, en Cataluña con Esquerra, en Cantabria con Revilla –¡qué gracioso eso de las anchoas en La Moncloa!–, y siempre con CiU y PNV. Mejor no recordar los pactos que hizo en Baleares para que uno de los suyos –¿qué será de Antich?– fuera presidente. No es la primera vez que lo escucho de gente sensata del PSOE: hasta que no pidamos perdón a los que votaron a Zapatero no despegaremos. Con los otros el perdón es tan improbable como innecesario. Inútil total.