VICENTE VALLÉS-La Razón

  • Con varios consejeros en la Junta de Castilla y León, a Vox le toca gestionar y esas son palabras mayores. A partir de ahora, ya no es suficiente con vociferar

Con la Semana Santa, se inicia una nueva etapa para Vox. Ya tiene un escaparate, con su primera participación en un gobierno. Con varios consejeros en la Junta de Castilla y León, a Vox le toca gestionar y esas son palabras mayores. A partir de ahora, ya no es suficiente con vociferar. Le ha sido electoralmente rentable ser el partido que grita con más intensidad, pero no es seguro que le vaya a ser igual de venturoso en el futuro, mientras Feijóo intenta no salir en esta foto que tanto le incomoda, pero que no ha hecho nada por evitar.

Pedro Sánchez ha tenido la habilidad y el acierto –para su propio interés político– de establecer ante la opinión pública española la normalidad que supone que el PSOE gobierne con la extrema izquierda (incluidos los apoyos parlamentarios de Esquerra y hasta de Bildu), frente a lo inconveniente que resulta que el Partido Popular lo haga con la extrema derecha. Los socialistas tienen razón en lo segundo. Y tendrían la razón completa si también añadieran lo primero. Pero si hicieran tal cosa, dejarían de gobernar, que es el mismo motivo por el cual el PP ha pactado con Vox en Castilla y León –para no perder el poder–, mientras Feijóo se esconde para que las salpicaduras no le alcancen. Vano intento. Le alcanzan.

El PP ya nos ha informado de su deseo de ver a Emmanuel Macron como vencedor en la segunda vuelta de las elecciones presidenciales francesas. En esto sí hay consenso entre populares y socialistas. Es decir, el PP no quiere que gane Marine Le Pen, que es la amiga política de Vox, pero sí gobernará con Vox en Castilla y León. Esta empanada política es equivalente a la que atesoran PSOE y Podemos, en su decidido empeño de no estar de acuerdo en nada (envío de armas a Ucrania, aumento del presupuesto militar, Sáhara Occidental…), pero al tiempo coincidir en seguir gobernando juntos apasionadamente. Lo importante, por lo que parece, es el qué: estar en el poder. El cómo –qué hacemos en el poder y con quién– es asunto secundario, terciario o ni siquiera es un asunto.