Un escudo de tiempo

ABC – 22/02/16 – IGNACIO CAMACHO

Ignacio Camacho
Ignacio Camacho

· Sánchez tiene a Podemos donde quería: ante la responsabilidad de otras elecciones en las que Rajoy puede salir reelegido.

No faltan diez días sino setenta. Para llegar a la convocatoria de elecciones ha de pasar todavía un plazo más largo que el transcurrido desde las de diciembre. Por tanto las prisas de la opinión pública, aunque lógicas, resultan prematuras: el poder se decide en una partida de tiempo cuyo límite es el 3 de mayo. Hasta entonces quedan muchas manos por jugar; incluso es posible que el Rey tenga que volver a ejercer de croupier para reordenar el turno de apuestas.

Las urnas quedan aún muy lejos, lo suficiente para tornar errónea cualquier táctica que se base en esperarlas. La investidura de Pedro Sánchez no es siquiera el final para el propio candidato; incluso en el probable caso de que fracase sólo se trata del comienzo de la cuenta atrás efectiva de un reloj que se puede parar en cuanto alguien le dé un manotazo.

Ésa es la razón por la que el líder socialista ha priorizado hasta ahora el pacto con Ciudadanos. Los está utilizando como coartada para blanquear su voluntad negociadora, ganar tiempo y protegerse ante la solemne sesión de marzo. Por un lado intenta apremiar a Pablo Iglesias infundiéndole celos; por otro se perfila ante los electores como un dirigente moderado. Y por último pretende suavizar el conflicto latente en la consulta interna que ha prometido a los militantes, ante los que comparecerá con un acuerdo que no pueden rechazar aunque no basta para convertirlo en presidente. O acaso simplemente con una vaga propuesta de confianza que en la práctica equivale a recibir un mandato abierto para resolver a su manera. El que le negaron los barones en el Comité Federal. El que le permita llegar en cualquier momento a un compromiso con el único partido que puede sentarlo en la Moncloa.

El objetivo prioritario de Sánchez sigue siendo la alianza multipartita, el frente de izquierdas contra el PP; no tiene otro modo de gobernar. Para ello ha ido cosiendo todos los flecos menores – con C´s, con IU, con Compromís, con el PNV, con Coalición Canaria—hasta dejar pendiente la puntada gorda de Podemos. Ya no llegará al discurso programático con sus escuetos 90 votos solitarios, un resultado fallido que obligaría a Felipe VI a retirarle –si Rajoy pidiese la vez—el encargo. A Rivera lo necesita como escudo en el debate; lo soltará del brazo en cuanto Iglesias afloje sus exigencias de máximos.

Eso puede ocurrir en estos días o más adelante. Las expectativas demoscópicas de la izquierda han empezado a cambiar de eje. Una investidura malograda aumentaría la presión sobre Podemos, al que Sánchez ha ido poco a poco situando donde le interesaba: ante la responsabilidad exclusiva de una repetición electoral en la que Rajoy puede salir reelegido de carambola. Por eso, pese a las apariencias, la coalición frentepopulista continúa siendo la más probable: el candidato ha trabajado bien con la oportunidad que el presidente en funciones le ha regalado.

ABC – 22/02/16 – IGNACIO CAMACHO