JUAN CARLOS VILORIA-EL CORREO

  • García de Cortázar fue divulgador empeñado en hacer caer los mitos de la historia de España
La fulminante muerte del jesuita, historiador, maestro y escritor, Fernando García de Cortázar, nos deja a sus amigos en shock y un vacío irremplazable en la tarea de reconstrucción de la fidedigna historia de la nación española. A Cortázar le sorprendió la muerte en pleno vigor creativo, luchando con la pasión literaria del escritor y el rigor histórico del catedrático, por desmontar las leyendas negras exteriores, y las propias, construidas a la carta de ideologías nihilistas o nacionalismos milenaristas. En una de sus última obras: «Y cuando digo España» reunió su pasión crítica por resaltar los pasajes más memorables del pasado nacional, sus grandes personajes de la milicia, del arte, del pensamiento y por desintoxicar a la opinión pública de los mitos que han tratado de desacreditar y estigmatizar nuestra historia. Sin condescendencia ante las luces y las sombras de nuestro pasado, pero poniendo en valor a la España integradora, generosa y diversa. Paradójicamente, este gran bilbaíno, hombre de fe y de mundo, estimado y respetado por su compromiso moral, político y católico, fue perseguido por el terrorismo abertzale y menospreciado por el nacionalismo vasco gobernante. En general por esos colectivos políticos, educativos y mediáticos que en el País Vasco a España le llaman: el estado. La voluntad historiográfica de Fernando Gª de Cortázar de reivindicar la construcción de la nación más antigua de Europa, de sus gestas militares y exploradoras, de sus titanes de la pintura y las letras choca, precisamente, con quienes tratan de borrar, equivocadamente, esa historia grande para reivindicar sus adolescentes identidades, inseparables del conjunto. Si alguien ha librado un pulso intelectual y riguroso con los fanáticos de reducir España a «el estado» ese ha sido Cortázar. También es cierto que, probablemente, solo habrá conseguido con su extensa y aclamada obra histórica, adornada por una prosa de talento indiscutible, mostrar el camino de la lucidez sobre nuestro pasado a sus millones de lectores. Porque los irreducibles del nacionalismo provinciano o la izquierda palurda, siguen empeñados en su batallita contra la España real y desde que se despiertan hasta que se acuestan no se apean del: estado español. A la selección le siguen llamando la Roja y al país, la península. En éstos ámbitos, decir: España en las instituciones dominadas por el nacionalismo excluyente te puede marcar de por vida con el peor insulto que se aplica en ese mundo: españolista. Pues si alguien elevó la palabra españolista a nivel de rigor científico e investigador fue Cortázar. Si alguien se dedicó a agitar la modorra histórica frente a la manipulación nacionalista fue un orgulloso, honorable e inolvidable, Fernando García de Cortázar.