Victoria Prego, EL MUNDO, 18/5/12
Hizo todo lo posible por eludir la presencia de la política en cualquiera de sus versiones. El ministro de Hacienda, que ayer cosechó un éxito evidente con la presentación por parte de todas las comunidades de planes de ajuste realistas y disciplinados, quiso huir como de la peste de toda consideración que no fuera la de la contabilidad y el déficit. Por eso advirtió enseguida, y sin que nadie se lo hubiera preguntado, que lo que estábamos presenciando no tenía nada de histórico, sino de mera apuesta seria por la solvencia interna y la credibilidad externa de nuestro país.
Pero claro que lo de ayer ha sido un acontecimiento histórico que tiene, ya de inicio, muy importantes ecos políticos. Sencillamente, porque ésta es la primera vez que el Estado de las Autonomías emprende coordinadamente la marcha; la primera vez que todas las comunidades –porque lo de Asturias es mera coyuntura, no rebeldía– se comprometen con los mismos objetivos sin enrocarse en sus diferencias, en ese famoso «ellos contra nosotros» que ha acabado provocando el caos político, económico, administrativo y financiero que ahora pagamos tan caro.
No quería Cristóbal Montoro dar ni por asomo la sensación de que la política se había colado en la negociación de última hora con Andalucía y todo se le hizo poco para excusar a la Junta por el cortísimo plazo del que ha dispuesto para elaborar su plan. Ídem para Asturias, a pesar de los bufidos de Álvarez-Cascos, que ayer Montoro ignoró.
Pero, al final, y además de enviar un mensaje de seguridad a los mercados pero también a los españoles, tan necesitados de que alguien del Gobierno se digne a ocuparse de sus cuitas y sus dudas y se tome la molestia de transmitirles un poco de seguridad o de esperanza, lo que el ministro Montoro dibujó ayer fue el funcionamiento de un Estado de los de verdad.
Un Estado en el que las diferencias culturales, históricas e ideológicas entre territorios no tienen por qué acabar convirtiendo al país en un ejército de Pancho Villa en el que cada general dispara en una dirección distinta y decide por su cuenta la cota que le conviene tomar. Un Estado serio, como los que tenemos alrededor.
Cada uno es cada uno. Muy bien, nada que objetar, pero resulta que para salir del agujero –y para mantenernos luego fuera de él– tenemos que remar todos juntos al mismo ritmo y en la misma dirección. Que eso haya tardado tantos años en ser comprendido y aceptado por los distintos gobiernos autonómicos es producto de la inmadurez de un sistema que se creyó tanto más democrático y moderno cuanto más dispar resultara en todo y con todos. Pero eso fue hasta ayer.
Porque ayer las comunidades dejaron claro que asumían la frontera que hay entre el respeto a la autonomía y la defensa de lo común, que es el bienestar de los ciudadanos. La Ley y la crisis han hecho el milagro. Ahora hay que repetirlo todos los días de todos los años. A ver si no es histórico eso.
Victoria Prego, EL MUNDO, 18/5/12