SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo
Tengo ante mí una foto de la Ejecutiva del PSOE, reunida el lunes para valorar las elecciones. Es una foto a mayor honra y gloria del feminismo sanchista. En el centro, el secretario general, flanqueado por Cristina Narbona, Adriana Lastra y Carmen Calvo. Ellas encabezaban la pancarta en la manifestación del 8-M, junto a la mujer del presidente y a la ministra portavoz, al grito de «Feminismo liberal, ridículo total». La vicepresidenta acuñó una frase clave: «El problema de las derechas es que no saben qué hacer con las mujeres ni donde colocarnos».
Tenía razón. Las izquierdas, en cambio, sí saben. No hay más que mirar al presidente Sánchez, que ha colocado a Begoña Gómez como directora del Africa Centre del I.E., sin que se conozca su salario ni su horario de trabajo, secreto de Estado, por lo visto.
Hay un feminismo alternativo, de mujeres a las que no tiene que colocar nadie porque saben hacerlo solas, sin necesidad de maridos, novios o amantes que las aúpen. De los 350 diputados electos, mis cuatro preferidos son mujeres. La primera es Cayetana Álvarez de Toledo, única diputada del Partido Popular por Cataluña. Ha sido la gran revelación de la pasada campaña. La conozco desde hace años, no me ha cogido de sorpresa su inteligencia, su precisión conceptual, su palabra y su sintaxis, aunque su aparente fragilidad no permite sospechar su fuerza y su coraje. Doctora en Historia por la Universidad de Oxford con una tesis dirigida por el gran hispanista John H. Elliott, ella es la falsación de la famosa expresión de Cánovas, «son españoles los que no pueden ser otra cosa». Cayetana, francesa por parte de padre y argentina por parte de madre, eligió ser española.
Baste comparar su tesis con la del doctor Plagios. No hay más que ver los vídeos de sus debates electorales ante las dos Montero, Mª Jesús e Irene, Meritxell, mi pobre Meritxell, sin necesidad de referirnos al desdichado Rufián.
Inés Arrimadas es seguramente el valor más sólido de Ciudadanos. Lo ha podido comprobar quien haya visto las humillaciones dialécticas a que sometía a Puigdemont y a su valido. Álvarez de Toledo y Arrimadas componen un soberbio dúo de milicia. Si sus partidos las nombrasen portavoces, nos alegrarían la legislatura con las sesiones de control del doctor, la insuficiente vicepresidenta Calvo y la portentosa ni-ni Lastra.
Otra mujer extraordinaria es la diputada de Vox por Granada, Macarena Olona, jefa de la Abogacía del Estado en el País Vasco, donde destacó en su lucha contra la corrupción en casos que afectaban al PNV, al PP y al PSOE, por lo que fue destituida por el Gobierno de Sánchez. Pienso seguir también de cerca a mi casi paisana Aurora Nacarino-Brabo, nueva diputada naranja por Burgos, que ha sacado su escaño a puro esfuerzo, sin medios de su partido, pateándose pueblo a pueblo la circunscripción y encarnando como nadie la España vaciada.
Acuérdense de estas mujeres y síganlas con atención. Después compárenlas con la portavoz nombrada por su novio, el que sueña con azotarlas hasta que sangren, con la señora del presidente y su vicepresidenta y digan qué entienden por feminismo y qué mujeres son más de su estilo.