Irene Villa, LA RAZÓN, 26/2/12
El nacionalismo excluyente es insaciable, por ello sucumbir a cualquier deseo de la banda criminal comporta grandes riesgos. Piden impunidad cuando más de un 40 por ciento de los atentados mortales está impune. De los delitos de sangre sin sentencia de autor, contando a partir de la amnistía de 1977, sólo un 6 por ciento corresponde a procedimientos abiertos. El 42 por ciento han prescrito y del resto no hay datos en la Fiscalía, se desconoce el autor, o los responsables ya han fallecido, según el informe con los crímenes sin esclarecer del Observatorio contra la Impunidad. La presidenta de la Fundación de Víctimas del Terrorismo, Maite Pagazaurtundua, recuerda que los terroristas no han dejado de torturar con su arrogancia a los familiares de los fallecidos, mientras que a quienes se pide generosidad es a las propias víctimas. ¿Es que aún tenemos que dar más?
Por supuesto que todos queremos el fin de ETA, pero a veces uno siente que se le exige más al que ha sufrido la injusticia que a quien la ha cometido. Como si los que tienen algo que decir, exigir o imponer fueran ellos. Los cómplices del terrorismo exigen una «resolución democrática e integral del conflicto político», modificando la política penitenciaria para que una vez más los beneficiados sean los asesinos. Piden lo de siempre: acercamiento de los presos etarras a las cárceles vascas y navarras, pero también excarcelaciones, la libertad provisional para los que estén en prisión preventiva y la derogación de la doctrina gracias a la cual se consiguió que a un asesino no le cueste lo mismo matar a una persona que a veinte, la doctrina Parot. Los presos de ETA presionan al Gobierno para que encamine esa inconstitucional e injusta amnistía general para el colectivo de presos etarras. Pero el ministro del Interior, Jorge Fernández, Díaz tiene claro que: «el Gobierno no se va a dejar presionar ni infringirá la Ley». Esperamos que así sea. También fue tajante al aseverar que no tendrán privilegios frente al resto de reclusos.
Pero lo que es evidente es que ahora los terroristas quieren apostar por «vías pacíficas y democráticas» para salir ganando. El anterior Gobierno apostó por el «final dialogado», que no ha sido otra cosa que premiar a la banda criminal por dejar de matar. Se trató de contentar a ETA, por lo que hoy tiene voz, voto y, lo que es más peligroso, financiación. Les advirtieron algo: «ETA sabe que si matan, nada de nada», pero nadie les dijo claramente que de rentabilizar su desaparición, «nada de nada».
Por lo que al dejar de matar, exigieron su contraprestación. Y lo asombroso de todo esto es que los asesinos se están dando cuenta de que consiguen sin matar lo que no consiguieron asesinando. Y aunque condenan la «violencia futura», siguen justificando todo el dolor y todas las muertes causadas. Luego la burla a las víctimas sigue siendo infinita. Pero más que la burla, duele la traición. Desde el PNV se advierte de que «vendrán tiempos en los que podamos hablar de avalar al Gobierno español en los pasos que el Ejecutivo pueda dar de conversaciones, de diálogos, que pueda tener con otros agentes políticos y también con la propia organización terrorista». ¿Qué quiere decir? ¿Que los casi mil asesinados y más de siete mil heridos, mutilados, marcados de por vida por la violencia terrorista somos las fichas que había que mover para que ahora se les escuche e incluso lleguen a ver cumplidos sus deseos? ¿Significa esto que la llamada hoja de ruta de ETA seguirá su curso?
Irene Villa, LA RAZÓN, 26/2/12