Jesús Cuadrado-Vozpópuli

  • Polonia, Hungría, Alemania, etcétera, demuestran que, cuando fracasan las opciones de centralidad política, son sustituidas por partidos radicales de derecha

El presidente del PNV Aitor Esteban declaraba hace unos días: “Empieza a configurarse una mayoría negativa”. ¿Empieza? Llevan siete años en ello. Todos los gobiernos de Sánchez han estado sostenidos por un conglomerado de partidos con un único fin común: que no gobiernen “los otros”. Hoy, con charlatanería propia de los viejos “frentes populares”, propagan que su objetivo es parar a Vox, pero es obvio que a quien quieren parar es a Núñez Feijóo, al que temen.

Lo sepan o no, fue de Stalin la idea de extender por toda Europa, hace casi cien años, la fórmula del Frente Popular, convertido en instrumento político al servicio de la Unión Soviética y manejado por comunistas locales. Quienes no les seguían eran declarados “objetivamente fascistas”. Hoy en España se reproduce la palabrería de aquel invento: quienes no están con Sánchez son fachas. Todos se han centrado en la tarea, don Aitor incluido. Rufián intenta crear un frente común de “plurinacionales”; Podemos negocia con Otegi algo similar; Yolanda Díaz llama a lo suyo alianza democrática; y todos, atentos al objetivo que importa: retrasar la llegada al Gobierno de Feijóo.

En clave de Frente Popular —¡el pueblo contra los oligarcas!— se ha desarrollado la bufonada organizada en Chile con una selección aseada —sin Delcy— del castrista Grupo de Puebla. La contraseña del encuentro fue “Democracia Siempre”, pero ni una palabra sobre el golpe fascista contra la democracia en las elecciones de Venezuela. Se entiende: es sabido que dos de los presentes, Lula Petro, fueron decisivos para la continuidad de la dictadura de Maduro. Sin objetivos de política exterior homologables, Sánchez, monta estas performances chavistas porque no puede ni intentar encuentros similares con socialdemócratas liberales europeos, que le consideran tóxico.

Afirman defender al Gobierno por las políticas sociales, pero hay que ser muy cínico, señor Almodóvar, para decir eso cuando, con el sanchismo, España lidera todos los indicadores negativos de Eurostat junto a Bulgaria y Rumanía

Ocurre otro tanto con los fracasos humillantes de concentraciones y manifiestos de apoyo a Sánchez y familia, que reflejan el hundimiento del PSOE. Los firmantes del texto de los 100 representan un simulacro patético de Frente Popular “antifascista”. La lista de firmantes —y sobre todo las ausencias— retratan un régimen sanchista en las últimas. Dicen estar contra la corrupción, pero entre los firmantes están Manuel Chaves y Magdalena Álvarez, de los ERE. Afirman defender al Gobierno por las políticas sociales, pero hay que ser muy cínico, señor Almodóvar, para decir eso cuando, con el sanchismo, España lidera todos los indicadores negativos de Eurostat junto a Bulgaria y Rumanía: pobreza infantil y exclusión social, tasas de paro, pérdida de poder adquisitivo de los salarios y pobreza laboral, indicadores de desigualdad disparados con el amigo Pedro… ¡Qué poca vergüenza

Joaquín Sabina hace tiempo abandonó el club porque, afirmó, “tengo ojos y oídos”. Pero los Miguel Ríos y Ana Belén afirman que Ábalos y Cerdán son solo producto de una mala selección de personal. Todo, para que no llegue Feijóo al poder, para que no se convoquen elecciones porque las ganaría el gallego. De gente como ellos, tan pegados al poder, Hannah Arendt decía: “tenían una familia a la que cuidar”. Eso parece.

Todos los intentos de frentismo izquierdista, como el del Nuevo Frente Popular francés, con comunistas, socialistas, ecologistas radicales e insumisos de Mèlenchon, no cuentan como alternativa de gobierno

Saben —Serrat también— que la aventura sanchista está agotada, que el régimen sanchista, del que tanto han sacado, llegó a su fin. Cuando el tinglado extractivo organizado se desploma, desesperados, se disfrazan de milicianos de un frente popular “antifascista” de ocasión, como figurantes de un parque temático, pero solo engañan a los predispuestos. Como todos los reaccionarios, emplean el lenguaje propio de un mundo que no existe.

Lo que importa ahora es qué mapa político le espera al país. Una mirada a Europa ofrece algunas claves. Todos los intentos de frentismo izquierdista, como el del Nuevo Frente Popular francés, con comunistas, socialistas, ecologistas radicales e insumisos de Mèlenchon, no cuentan como alternativa de gobierno. En Reino Unido, el recién aparecido New Party del comunistoide Jeremy Corbyn lo único que puede lograr es arrastrar al laborismo del primer ministro Keir Starmer a la oposición. Con esas antiguallas, chatarra que circula perdida en el cosmos, se asocia el PSOE sanchista —y no hay otro—.

En Europa las izquierdas frentepopulistas son simples partidos-protesta. Polonia, Hungría, Alemania, etcétera, demuestran que, cuando fracasan las opciones de centralidad política, son sustituidas por partidos radicales de derecha. Las analogías demuestran que, si fracasa Feijóo, no será sustituido por el Partido Socialista, sino por Vox. Si en el futuro alguna opción de centroizquierda liberal cuenta para la gobernabilidad, no saldrá del PSOE, atado a un frentismo que dominan sus socios, como en Francia.

Si no es así, que lo explique Almodóvar.