MANUEL J. TELLO-EL CORREO

Profesor emérito de la UPV/EHU

La nueva posición de EH Bildu en la vida pública española está teniendo dos efectos importantes. Por un lado, el de ser un arma política de la oposición contra el Gobierno del sanchismo (no del PSOE). Por otro, el de aspirar a la hegemonía política en el País Vasco. Este nuevo camino, presente en la estrategia a medio plazo de la coalición abertzale, se inició tanteando coaliciones en las últimas elecciones vascas. En el siguiente paso, con la autorización del presidente del Gobierno, consiguió un cierto control del Ejecutivo de Navarra. Finalmente, con el apoyo a los Presupuestos Generales del Estado, la formación que lidera Arnaldo Otegi ha pasado a ser un tópico en los debates de las televisiones y de las emisoras de radio, así como un lanzallamas de la oposición para atacar al sanchismo. Incluso más, parece que el único problema que tiene España es EH Bildu. Sin embargo, el debate interno en su seno no aparece en todo el empalago político e informativo. Un debate que busca la elaboración de una estrategia que le conduzca al Gobierno de Euskadi y a ser una fuerza a tener en cuenta en el Parlamento de España.

EH Bildu ha cumplido todos los requisitos necesarios para ser un partido político. Por tanto, puede aspirar a gobernar, incluso España. Sin embargo, sus posibilidades dependen de un problema ético: una declaración clarísima, clara o ambigua sobre las atrocidades del terrorismo de ETA. Sus responsables saben que, sin ese paso, posibles votantes que comulgan con sus ideas políticas -sobre todo, con las nacionalistas- se inclinan al final por otras siglas. Sin ellos, el bloque de votantes fijos no es suficiente para gobernar.

Este hecho explica uno de sus debates internos a cortísimo plazo: conseguir que su bloque fijo de electores, sin fisuras, acepte una declaración de ese tipo. Esto aún no ha ocurrido por el rechazo de los familiares de los presos que, después de muchos años conviviendo en viajes, reuniones, manifestaciones, etc., forman un cohesionado grupo de presión dentro del partido. Se necesitaba ablandarlos. Algo que, con la inestimable ayuda del sanchismo y Unidas Podemos, ha empezado a ocurrir. Así, apoyado en el acelerado acercamiento de los presos, la izquierda abertzale tiene un nuevo mensaje interno hacia sus familias: «Existe una solución próxima y halagüeña para sus hijos, hermanos, padres o nietos». Esto augura que, a corto plazo, habrá una declaración. No será un sentido arrepentimiento, pero indicará que el terrorismo no era el camino.

Cuando eso ocurra, escucharemos una homilía solemne del presidente del Gobierno: «Ya ven ustedes que nuestra apuesta con EH Bildu no fue errónea. Las victimas ya tienen, de los que algunos llaman brazo político de ETA, una declaración en la que se dice que el camino elegido no fue el correcto». Ese día, las administraciones (políticos) le dirán a las victimas que ya tienen lo que buscaban y el daño causado, material y moral, pasará al olvido. Será el triunfo de las ideas de Unidas Podemos en el Gobierno de coalición y el inicio de un nuevo panorama político a nivel nacional y autonómico.

A nivel nacional queda claro que el bloque formado por el sanchismo y Unidas Podemos justifica la incorporación de EH Bildu a la gobernabilidad de España. Entendida como ellos la entienden. Pero donde tendrá más notoriedad ese cambio será en las comunidades con presencia del nacionalismo en las que, además, entrará en el Gobierno Unidas Podemos. Así, se justifica el pacto de Navarra. En marzo se hará la alianza ERC-sanchismo-Unidas Podemos para gobernar Cataluña. El tercer paso será la alianza EH Bildu-PSE-Elkarrekin Podemos en el País Vasco, donde la coalición abertzale, libre de su lacra y con un modulado discurso social, tendrá previsiblemente una subida de votantes. Algunos de la izquierda; pero, sobre todo, de los nacionalistas radicales que, por no condenar el terrorismo están votando al PNV. Son votos que irán al original y dejarán la copia.

Por tanto, al PNV se le presenta un dilema. Sabe que una radicalización que evite esta posible huida de electores puede provocar que vuelvan a su lugar de origen sus apoyos conservadores de la antigua UCD y luego del PP. El nerviosismo del PNV le obligó a pactar con el sanchismo-UP y ‘tragar’ como nunca lo hizo. Ya no valen, ante una decisión de Madrid, las críticas locales cuando, al día siguiente, se vuelve a ‘tragar’.

Desde la Transición el PNV sometió al PSE a un constante y agresivo ninguneo y avasallamiento. Algo que ha generado heridas que quedan en las entrañas. Recuerdo las palabras de un alto dirigente del PNV a un muy destacado profesional, que entró con el PSE en un Gobierno de coalición: ¿cómo te juntas con estos que tienen las manos manchadas de grasa? Lo razonable sería decir: qué bien que entres a colaborar en el Gobierno del País Vasco. Estas y otras actitudes, mucho más agresivas, configuran esa historia de vejaciones y desencuentros. Por eso el PNV sabe que la opción EH-Bildu-PSE-Podemos es posible.