Un feminista: deja pasar a Merkel y a su marido, pero él entra el tercero, dando la espalda a Bego.
Hay algo en lo que el presidente no nos ha mentido. O por lo menos, no del todo. Uno ha acabado creyendo que Pedro Sánchez es un hombre enamorado. El galán en régimen de heteronormatividad tiene todas sus preferencias puestas en una mujer determinada (o en varias, si es muy generoso). Pero sabe que esa inclinación suya es intransferible y no hay razón para que la compartan otros machos de la tribu. Pedro Sánchez ve en Begoña Gómez virtudes, cualidades o condiciones que ninguno más llegamos a imaginarnos siquiera. Por ejemplo, la creencia de que su mujer es un bien de Estado, una institución de la democracia. Uno lo creería a pies juntillas si nuestro héroe estuviera casado con Charlize Theron, naturalmente, pero no parece el caso.
Hay detalles a los que la fachosfera va a sacar punta. Recordarán que apenas estrenado en la Presidencia del Gobierno, en agosto de 2018, recibió en Sanlúcar de Barrameda a la canciller Angela Merkel y a su marido, Joachim Sauer. Él les abrió la puerta del palacio de los Guzmanes y se hizo a un lado para que pasaran, primero la canciller, después su marido y detrás entró él, dando la espalda a Begoña, que tuvo que pasar la cuarta. Hay que tener en cuenta en su descargo que Bego y él llevaban ya bastantes años viviendo juntos y que la galantería es virtud que en la esfera heteronormativa prescribe antes de los dos primeros años.
Por mucho que el sanchismo llame ‘primera dama’ a la mujer del presidente, no hay tal. Primera dama es la mujer del jefe del Estado, en nuestro caso, la Reina. A este respecto recuerdo que en octubre de 2008 y tras una polémica que se levantó por una entrevista de Doña Sofía con Pilar Urbano, Zapatero dijo en El Salvador: “Los españoles pueden sentirse muy orgullosos de cómo la Reina ejerce su función constitucional, de una manera ejemplar, con dedicación y entrega”. Uno, asombrado por la bizarría recurrió a la Constitución, artículo 58, y leyó: “La reina consorte o el consorte de la reina no podrán asumir funciones constitucionales, salvo lo dispuesto para la regencia”.
Eso para la primera dama o sea que la mujer de un primer ministro ni cotiza, salvo que estemos hablando de Begoña Gómez, a quien el presidente argentino, Javier Milei, tachó de corrupta sin anteponer el preceptivo ‘presunta’. El tierno Albares ordenó volver a España a la embajadora en Buenos Aires, en una ruptura de relaciones que no lo era del todo, solo a efectos electorales. Qué menos después de que el mandatario argentino insultara a España y a nuestras instituciones, que por lo visto son: la Corona, el Gobierno, las Cortes Generales, el Tribunal Supremo y Begoña. Cabe la posibilidad de que el Gobierno declare a Milei ‘persona non grata’, medida que sería pertinente en un ejecutivo que tiene como socios a notorios delincuentes, como Arnaldo Otegi, Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y otros separatistas y golpistas de menor cuantía.
Sánchez está exhibiendo ostentosamente su ‘bleeding heart’, (corazón sangrante) aunque la sangre solo llegará hasta el río de las europeas. Hoy hablará sobre el tema, aunque su explicación no aclarará nada, como la cháchara de Katharine Hepburn en ‘La fiera de mi niña’. Si le sale bien la maniobra, no será un problema de Sánchez, sino de la España que ¡todavía! le vota.