- ¿Sobrevivirá España a la acción de este Gobierno, que se ha erigido en su verdugo, y logrará llegar viva a las próximas elecciones generales?
El comentarista soporífero Pablo Iglesias Turrión recordó en una ocasión a sus seguidores que la política consiste en “cabalgar contradicciones” aludiendo así a su hábito de mentir, engañar, calumniar u ocultar los hechos con tal de conseguir sus fines. No se puede negar que en este menester de pisotear la verdad cuantas veces sea necesario para alcanzar o conservar el poder, Pedro Sánchez ha sido un alumno tan aventajado que sigue en La Moncloa mientras el supuestamente intelectualizado maestro fue implacablemente arrastrado por el polvo por una modesta periodista metida a política cuyo coraje, claridad de ideas, solidez de principios e intuición indiscutiblemente femenina le enviaron a exhibir su frustración tras micrófonos alquilados a base de subvenciones. Sic transit gloria mundi. Sin embargo, dentro del ámbito de las contradicciones las hay de diversas categorías, leves, medianas, graves e insoportables. España padece en sus torturadas carnes una especialmente imposible de sobrellevar. Somos el único país del orbe que tiene un Gobierno que trabaja incansable para destruir la Nación y la sociedad a las que debería proteger de sus enemigos internos y externos, proporcionar mejores condiciones de vida para sus ciudadanos y fortalecer en su posición en el escenario internacional. Pues bien, todo lo que hace, dice, urde, legisla o ejecuta esta sobrecargada caterva de ministros y ministras con su amoral jefe a la cabeza, ya sea en unos casos por deliberada maldad y en otros por flagrante incompetencia, se mueve en sentido inverso a lo que prometieron ante el Rey y sobre la Constitución el día que accedieron a sus cargos. La tarea que le dejarán a sus sucesores -porque es imposible que los Hados sean tan crueles como para castigarnos con cuatro años más de semejante horror en el futuro inmediato- consistirá no en corregir aquí, suplir allá y retocar acá, nada de eso, sino en reconstruir por completo lo que no hace tanto fue, con sus defectos y sus carencias, una democracia aceptable y una economía viable y es hoy crecientemente un montón de escombros.
Las represalias argelinas están siendo terribles y en Rabat se ríen a mandíbula batiente mientras preparan el próximo alfilerazo
Baste citar un reciente ejemplo entre las incontables tropelías de la banda monclovita en el que se entremezclan la torpeza, la estupidez y la vileza a partes iguales para probar la certeza del título de esta columna. Se trata, por supuesto, de la tremenda crisis creada con Argelia, que ha conducido a este vecino meridional a retirar su embajador, congelar el Tratado de Amistad y Cooperación vigente hasta este desgraciado tropezón entre ambos países e interrumpir relaciones comerciales. Corolarios de esta catástrofe son una mayor presión de inmigración irregular procedente de las costas argelinas, una posible falta de asistencia en temas de seguridad y una más que probable subida del precio del gas suministrado por Sonatrach a Naturgy. Esta historia aciaga empezó con una idea genial de Ángeles González Laya, a la sazón ministra de Asuntos Exteriores, con la necesaria aquiescencia de Pedro Sánchez, consistente en intentar engañar a Marruecos introduciendo el 18 de abril del año pasado clandestinamente en España al líder del Frente Polisario, Brahim Ghali, para ser tratado de covid en Logroño. Esta astracanada, que hubiera avergonzado incluso a Mortadelo y Filemón, consistió en recibir en un aeropuerto militar al saharaui con nombre falso, lo que, teniendo en cuenta que Ghali tiene DNI español, constituye una estupidez supina. Hubiera bastado advertir con antelación a Marruecos de que el ciudadano español Brahim Ghali viajaría a España por razones médicas para evitar todo el descarrilamiento posterior. Como era de esperar, los servicios de inteligencia marroquís descubrieron el pastel de inmediato y se indignaron por dos motivos, primero por la desleal maniobra y segundo por tomarles por tontos. A partir de aquí, todo fue de mal en peor. Los teléfonos del presidente del Gobierno y de algunos ministros fueron espiados por Marruecos utilizando el sistema Pegasus y grandes cantidades de información sensible pasaron a manos de Mohamed VI. Una vez en posesión de este material, Pedro Sánchez ha sido chantajeado y la política española en relación con el Sahara Occidental que se había mantenido invariada durante cuatro décadas con Gobiernos de variados signos, experimentó un viraje inexplicable e inexplicado por el que el presidente aceptó de la noche a la mañana la soberanía de Marruecos sobre un territorio del que España es todavía legalmente potencia administradora y en contra de reiteradas resoluciones de Naciones Unidas. Esta pirueta grotesca se llevó a cabo sin consultar ni al resto del Gobierno, ni al Rey, ni al Parlamento ni a nuestros aliados ni ¡a Argelia! No se puede dar mayor concentración de errores e ignominias en un solo acto. Como es lógico, las represalias argelinas están siendo terribles y en Rabat se ríen a mandíbula batiente mientras preparan el próximo alfilerazo. A mayor abundamiento, el director de un prestigioso medio digital le ha dicho el pasado jueves a Carlos Herrera en la COPE que Estados Unidos guarda cosas sobre Sánchez aún peores que las obtenidas por Marruecos con Pegasus. O sea, que nuestro presidente de Gobierno está sentado sobre un barril de pólvora cuya mecha se encuentra en Washington y en Rabat.
A los pies de los caballos
Como muestra es suficiente el botón descrito, pero si a esta pifia monumental que deja a España a los pies de los caballos, se añade que el Gobierno de Sánchez alberga en su seno y se apoya para su estabilidad en gentes cuyo designio permanente es la liquidación de España como Nación, que el BCE va a dejar de comprar deuda soberana y se dispone a subir los tipos de interés mientras el insensato que rige nuestros destinos no hace más que crear nuevo empleo público y gastar sin freno y que nuestra política energética en plena guerra de Ucrania es simplemente suicida, nadie podrá discutir que los españoles nos hallamos en una carrera contra la muerte. La pregunta que nos atormenta es, en efecto, ¿sobrevivirá España a la acción de este Gobierno, que se ha erigido en su verdugo, y logrará llegar viva a las próximas elecciones generales? Se admiten apuestas y vaticinios, pero argumentados, por favor.