Santiago González-El Mundo
Entre los agradecimientos figura la portavoz Adriana Lastra, que es como Luena con transposición de género, pero sin estudios. Tampoco tiene experiencia laboral fuera del PSOE, cumpliendo aquella observación de Leguina: «Toda la dirección de mi partido no suma seis meses de cotizaciones a la Seguridad Social».
El primer Gobierno de Sánchez ha tenido un rotundo éxito de crítica, lo que avala la extrema ductilidad de nuestra prensa. Y eso cuando se van filtrando algunos nombres que declinaron el honor de incorporarse a la Conseja de Ministras y Ministros. Carteras hubo que han sido ofrecidas a un matrimonio, no a la vez, en plan de gananciales, sino sucesivamente. Qué habría sido esto si Pedro no hubiera tenido que recurrir a los suplentes.
La portavoz del Gobierno, mi vieja amiga Isabel Celaá, tuvo un estreno agridulce. Mostró bisoñez, pero acertó al pedir la indulgencia de la peña: no ya 100 días, pero qué menos que una semana. Tenía razón, aunque no siempre le salieron las cuentas. Por ejemplo, al decir que «este Gobierno contó con un apoyo de 180 diputados para sacarla adelante (la moción de censura), lo que representa a muchos millones de españoles». Fueron 180 los diputados que echaron a Rajoy, pero son menos de la mitad los que apoyan a Sánchez en su programa, si lo hubiere.
Esto es algo que deberían tener en cuenta los neófitos, pongamos que hablo de Màxim Huerta, que aún no sabe cuál es su Ministerio. Él cree que es Cultura y Educación y así se lo dijo a Iñaki López en La Sexta. Meritxell, mi Meritxell, tiene registrada en el Diario de Sesiones del Congreso una fórmula infalible para tratar el problema catalán: «Es urgente dejar de parapetarse detrás de la Constitución y de la Ley y utilizarlas para hacer política» [30-11-16]. Es una reformulación de la máxima zapaterista que me hizo entrar en guerra con el Pasmo de León: «Las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras».
Margarita, está linda la mar, se ha estrenado con un lema vistoso: «Dentro de la Constitución, todo; fuera de la Constitución, nada». El copyright de la frase pertenece a Hugo Chávez en paráfrasis de Fidel Castro, diciendo «Constitución» donde el dictador cubano había dicho «Revolución», pero no se entiende la frase de Robles en relación con la de Batet, salvo que la ministra de Defensa esté parapetada detrás de esa Constitución que mi pobre Meritxell quiere reformar urgentemente. ¿Cómo? Los reformistas necesitarían 210 escaños en el Congreso y todos ellos sólo suman 180. Y serían precisos 126 senadores en una Cámara en la que el PP tiene 130 y todos los demás 78 [Art. 167. 1 y 2 de la Constitución Española].
Todo va muy rápido. Celaá sólo tenía un asunto que comunicar después de la Conseja de las grandes emociones: que se levantaba la vigilancia a las cuentas de los golpistas que ya han empezado a gastar 20 millones en TV3, la RTV de las Mil Colinas, y han anunciado que vuelven a abrir las embajadas. ¿Y qué dirá de esto mi Pepe Borrell? Me temo que es una mera coartada para colar el desaguisado. Pintará en ese Gobierno lo mismo que Alfonso Guerra y sus 40 diputados frente al Estatut. Va a ser una época privilegiada para el florecimiento de la posverdad, o del bullshit, que diría Harry G. Frankfurt. No importan los hechos, sino las emociones. Miguel Ángel Oliver: «¡Día de gran emoción! El Gobierno de Sánchez Castejón comienza a trabajar al servicio de los intereses generales de España».
En la misma línea, Grande-Marlaska, otro ángel caído: «La emoción de un momento histórico!!! Empieza el Gobierno de @sanchezcastejon @desdelamoncloa Saludos desde @interiorgob». Pero hombre, Marlaska, ¿qué necesidad tenía? Lo que es histórico es que este Gobierno nazca apoyado por el brazo político de ETA y por los golpistas catalanes. Nunca había pasado. Usted, que era un juez claro, que sacaba del escritorio de Garzón los sumarios dormidos y ahora es ministro del Interior, debería sentir un cierto repelús. Es un decir.