Pedro Chacón-El Correo
Se dice que este Gobierno se ha armado para enfrentarse a una oposición feroz de la derecha y la ultraderecha. Pero de sus veintidós integrantes, aparte del perfil de personajes más de sainete que de política seria, como el ministro de Transportes, Óscar Puente, al que Sánchez le cedió los trastos para que le diera la réplica a Feijóo «de ganador a ganador» en la investidura frustrada del gallego, y la de Sanidad, Mónica García, que ya ha empezado diciendo que a ella, a partir de ahora, habría que llamarla con la primera sílaba de «ministra» unida a las otras dos por las que ya se la conocía, el resto de integrantes están más para defender al propio Pedro Sánchez respecto de los que sostendrán su legislatura en el Parlamento, tanto Sumar y confluencias (con todos los de Podemos fuera y de uñas contra el recién formado Gobierno), como sobre todo respecto de los nacionalistas, con los que el PSOE ha firmado prolijos acuerdos de investidura y/o legislatura.
Los cinco miembros de Sumar (que podrían haber sido perfectamente cuatro, en relación con su presencia en el Congreso: 31 diputados en relación con los 122 del PSOE) se deducen de la alianza del núcleo progresista PSOE-Sumar, pero muchas de sus competencias podrían integrar un solo ministerio. El de Infancia y Juventud (Sira Rego) o el de Derechos Sociales, Consumo y Agenda 2030 (Pablo Bustinduy), serían adscribibles a Igualdad (Ana Redondo), Educación (Pilar Alegría) o, sobre todo, a esa entelequia de toda una vicepresidenta tercera, ministra de Transición Ecológica y Reto Demográfico (Teresa Ribera).
Y luego están los ministerios destinados a la negociación permanente con los nacionalistas, encabezados por el de Félix Bolaños (con Justicia, Presidencia y Relaciones con las Cortes), autor él mismo de la ley de amnistía, verdadera espada de Damocles de la continuidad de este Gobierno, que tendrá como escuderos a la navarra Elma Saiz, ministra de Seguridad Social, en relación con la gestión de dicho ramo que reclama el PNV, además del canario Ángel Víctor Torres, responsable de Política Territorial y Memoria Democrática, como engrasador de los acuerdos, y que encabeza un ministerio que integra, de modo insólito, la gestión territorial con la gestión ideológica y que demuestra hasta qué punto la Memoria Histórica es el verdadero pegamento de todos los partidos que sostienen a Pedro Sánchez. A este grupo se uniría también Óscar Puente desde Transportes, para la transferencia de los trenes de Cercanías.
Sin todas estas servidumbres, aparte del misterioso ministerio de José Luis Escrivá (Transición Digital), el Gobierno podría haber sido de quince miembros, como mucho, en lugar de los veintidós que lo conforman, y que junto con cuatro vicepresidencias (otra desmesura), volverán a dar una aparatosidad cuasibananera al próximo Consejo de Ministros.