Un Gobierno patagónico

SANTIAGO GONZÁLEZ-El Mundo

Hace algo más de 30 años me descubrió Martín Prieto en una crónica desde Buenos Aires una nueva especie de ave palmípeda, el pato patagónico, al que describía por sus andares: una pisada, una cagada; otra pisada, otra cagada. La descripción se ajusta muy precisamente a la ejecutoria de Pedro Sánchez al cumplirse sus primeros 100 días de Gobierno. Incluso para él es muy difícil cometer un error de bulto cada día; hay ocasiones en que los humanos acertamos sin querer, como los relojes parados, pero Álvaro Carvajal cuantificaba ayer sus meteduras de pata, dicho sea sin connotación sexual alguna, por semanas: en las 15 semanas desde la moción de censura 15 errores.

Uno por semana, desde el nombramiento del gran Màxim Huerta como ministro de Cultura, el ministro más breve de nuestra historia, hasta la venta de bombas a Arabia Saudí que ha puesto en peligro la venta de cinco corbetas a dicho país, una carga de trabajo de cinco años para Navantia en sus astilleros de Cádiz. El Gobierno no quería vender 400 bombas a los saudíes para evitar que las emplearan contra Yemen. La gente de izquierdas no hacemos esas cosas. Habría que preguntarse cuál es la función de las cinco corbetas en la desprejuiciada opinión de Margarita (está linda la mar) y su mandante. Seguramente el comprador les había garantizado que pensaban emplearlas como atuneros en el Índico. O para la pesca de salmón en el Yemen, asunto que trata una interesante comedia sueca de Lasse Hallström de hace unos años. Todo consiste en hacerlas del tamaño adecuado para que puedan navegar por los ríos salmoneros.

La cuadrilla de indocumentados que desgobierna España no ha tenido en cuenta la primera regla del vendedor: el cliente siempre tiene razón y no hay motivo para suponer que si nos negamos a venderles una parte del contrato van a tener interés en comprarnos el resto del pedido. No sabemos si nos van a comprar las corbetas ni sabemos a qué precio, pero de momento, los trabajadores gaditanos –los de los astilleros y los de empresas auxiliares– están en un ay.

No se puede ser tan mentecato. Estos turistas del ideal creen que pueden emplear en su favor el buenismo y la superioridad moral de la izquierda.

Siempre ha sido así; en los tiempos de Zapatero, el presidente protagonizó en enero de 2009 el programa de TVE Tengo una pregunta para usted. Un joven le preguntó por la venta de armas a Israel que en aquellos días se contaba en los medios: «¿Cuántos civiles palestinos cree usted que se pueden matar con las armas que vendemos a Israel?». Y Zapatero, que era como Sánchez, pero con más gracia, respondió: «Estoy convencido de que los componentes, el armamento que nosotros vendemos a Israel, no se han utilizado para eso».

Armas que no matan, hay que joderse. La malograda Carme Chacón compareció en el Congreso el 18 de julio de 2008 para anunciar como ministra de Defensa que España se sumaba al tratado contra las bombas de racimo. En abril de 2011, TheNew York Times informaba de que las bombas de racimo con las que Gadafi había bombardeado a la población civil habían sido fabricadas en España en 2007. Trataron de preguntar a la ministra pero ella dio la callada por respuesta.

Esto es lo que hay y Sánchez piensa llegar en este plan a 2030. Estamos en otra semana y en buena lógica toca otra pisada, otra cagada. Está en su naturaleza. Y en sus andares.