- El modelo a seguir por Sánchez y su banda no es el de los países de la Europa de la que España forma parte sino el de los regímenes populistas o directamente dictatoriales del cono sur americano
Cómo me decía el viernes un amigo, «nos está quedando una dictadura social comunista muy chula…». Y es que, aunque haya millones de españoles que prefieren no verlo, el proceso involucionista en que Sánchez ha metido a España no tiene otro objetivo que pervertir el modelo que surgió con la Transición y liquidar la separación de poderes y los controles democráticos sobre el Ejecutivo hasta que quede formalmente instaurado un modelo caudillista en el que Sánchez pueda hacer y deshacer sin ningún tipo de control. Sin controles democráticos y sin justicia independiente, no hay democracia; y cuando se pierde la democracia lo que queda es una dictadura. Así de sencillo.
El modelo a seguir por Sánchez y su banda no es el de los países de la Europa de la que España forma parte sino el de los regímenes populistas o directamente dictatoriales del cono sur americano. No es casual que, perpetrado el pasado viernes el golpe a tres bandas – asalto al poder judicial, eliminación del delito de sedición y abaratamiento del delito de malversación de caudales públicos y asalto a los órganos que velan por la constitucionalidad de las normas- la vicepresidenta del gobierno Yolanda Díaz (PCE), que presume de hacer ‘cosas chulísimas’ (enmascarar el número de parados es la principal de ellas), se vaya con Zapatero (PSOE) a Argentina a homenajear a una corrupta condenada por latrocinio sistemático y generalizado durante sus años de Gobierno. Tampoco es casual que el homenaje a la ladrona se celebre en el Centro Cultural Kirchner, un edificio cuyo presupuesto de construcción se desvió, oficialmente, en más de un 600%. Corruptos atraen corruptos.
La diferencia es que en Perú la mayoría de los legisladores se han puesto del lado de la democracia y han derrocado al golpista, mientras que en España se han puesto del lado del golpista
Como digo, las dictaduras del cono sur americano tienen hoy en común con España algo más que su lengua. El caso de Perú nos permite aproximarnos a las similitudes y diferencias entre lo que está ocurriendo en esas latitudes y lo que pasa en España. En ambos países se aprecia a simple vista que el golpe contra la democracia lo impulsa el Gobierno, con el presidente a la cabeza. La diferencia es que en Perú la mayoría de los legisladores se han puesto del lado de la democracia y han derrocado al golpista, mientras que en España se han puesto del lado del golpista y han votado a favor de las leyes de desconexión de la democracia y la Constitución, porque eso es lo que supone la legalización de la sedición y del robo de dinero público, ya sea para organizar un golpe de Estado o una trama corrupta para comprar votos y que el PSOE se perpetúe en el poder. Por eso mientras en Perú los legisladores y la Justicia han frenado el Golpe, en España los legisladores apoyan que progrese adecuadamente.
Lo que ha ocurrido en Perú ha reforzado la idea de Sánchez de liquidar cualquier atisbo de riesgo que pudiera derivarse de unos tribunales y órganos de la justicia que funcionaran de forma constitucional e independiente. Por eso ha aprovechado el trámite de enmiendas al Código Penal para provocar una reforma del sistema de elección de los magistrados al Tribunal Constitucional.
En Perú el golpe lo ha llevado a cabo Castillo, una persona más primaria, que no funciona con la frialdad que caracteriza a un psicópata acreditado
Esta acción, de puro filibusterismo, es un fraude de ley, pues no solo se hace para evitar los informes preceptivos y previos del CGPJ y del Consejo de Estado que conlleva una reforma de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, que es la que regula los nombramientos, sino que el Reglamento del Parlamento, que también tiene rango de Ley, «no permite que se utilice una norma de cobertura para obtener unos resultados que serían distintos si se siguieran las disposiciones normativas regulares para producir una norma concreta», como muy bien recordaba hace dos días la Catedrática Teresa Freixes. El fraude de ley es, además y en este caso, inconstitucional, pues las enmiendas parlamentarias no solo tienen que presentarse en tiempo (en el plazo previsto) y forma (firmadas por quienes estén habilitadas para ello), sino que desde la Sentencia del Tribunal Constitucional 119/2011 deben estar conectadas en su contenido con la norma que se pretende enmendar. O sea, es inconstitucional y es un fraude de ley enmendar la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional a través de enmiendas presentadas a la Ley que regula el Código Penal.
Y ahí, en la forma en que se perpetra el golpe contra el estado de Derecho a ambos lados del Atlántico está la otra diferencia. La forma ha dependido, sustancialmente, de la personalidad de los presidentes de Perú y España. En Perú el golpe lo ha llevado a cabo Castillo, una persona más primaria, que no funciona con la frialdad que caracteriza a un psicópata acreditado. Por eso Castillo ha ido por las bravas mientras que Sánchez está dando el golpe a plazos.
Si la sociedad hubiera reaccionado cuando a la oposición del Parlamento de Cataluña se le hurtó su derecho a ejercer la función deliberativa que le corresponde, a lo mejor nunca hubiéramos llegado al 1 de Octubre
Pero un golpe contra la democracia es un golpe contra la democracia, se dé en un solo acto o a plazos. Esto ya debiéramos de haberlo aprendido con la experiencia de lo ocurrido en Cataluña, donde el golpe se inició verdaderamente cuando se aprobaron las leyes de desconexión, aunque no fuera hasta el 1 de Octubre de 2017 cuando ya nadie pudo disimular y mirar hacia otro lado. Si la sociedad hubiera reaccionado cuando a la oposición del Parlamento de Cataluña se le hurtó su derecho a ejercer la función deliberativa que le corresponde, a lo mejor nunca hubiéramos llegado al 1 de Octubre.
Se repite la historia, convertida ya en tragedia. Porque ahora el golpista no es el representante ordinario del Estado en una Comunidad Autónoma; ahora quien dirige el golpe preside el Gobierno de España y quienes lideran la asonada en el Congreso de los Diputados son los independentistas sino los diputados elegidos bajo las siglas del Partido Socialista Obrero Español.
Ciudadanos libres e iguales
Y ahí estriba la otra diferencia entre la situación que se ha vivido en Perú y la que se vive en España. En el futuro, cuando se recupere la normalidad democrática y en las escuelas se estudie la historia y no el relato gubernamental, los niños preguntarán a sus padres o abuelos que fueron legisladores de la mayoría: «Y tú, ¿qué hiciste cuando estas cosas ocurrieron?». En Perú los mayores mirarán a los niños a los ojos y les responderán, orgullosos, que ellos se pusieron del lado de la democracia; en España mentirán o agacharán la cabeza. Y los niños, que tontos no son, sabrán que sus mayores traicionaron la democracia.
Esto es lo que hay. Pero como lamentarse no sirve para nada e indignarse frente al televisor menos aún, más vale que nos preparemos para actuar y ejercer nuestros deberes de ciudadanía. Porque también a nosotros nos demandarán en el futuro sobre lo que hicimos mientras el Gobierno nos robaba los derechos de ciudadanía y rompía la Nación de españoles libres e iguales. Y preparémonos, cada uno desde nuestro ámbito y posibilidades, para actuar en defensa de nuestras instituciones.