El pacto entre el Partido Socialista de Navarra y EH Bildu que le entrega la alcaldía al aberzale Joseba Asiron tras una moción de censura contra la hasta ayer alcaldesa, Cristina Ibarrola, de UPN, no puede ser analizado como si se tratase de un pacto municipal más en cualquier otra capital de provincia española.
Porque Pamplona es una plaza clave para EH Bildu, que la considera la futura capital de un País Vasco independiente que incluya Navarra, y porque el simbolismo del pacto entre el PSN y los radicales no puede escapársele a nadie que conozca las ambiciones del nacionalismo vasco respecto a la Comunidad Foral.
La alianza entre el PSOE y EH Bildu da así el salto desde el Congreso, donde a esa sintonía podía restársele importancia con el argumento de que EH Bildu es sólo un partido más de los varios que son necesarios para la aprobación de cualquier proyecto de ley del Gobierno, a instituciones tan relevantes como la alcaldía de Pamplona.
Pero, sobre todo, da el salto a las calles, donde los simpatizantes de EH Bildu que ayer le gritaban kanpora («fuera») los concejales de UPN pasaron a aplaudir a los del PSN que le habían dado a Asiron los votos necesarios para ocupar la alcaldía de Pamplona. EH Bildu acogía así bajo su ala al PSN a cambio de los votos de este.
La paradoja era evidente. Los mismos concejales del mismo partido que durante décadas tuvo que ser protegido y escoltado por las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado en Navarra fueron ayer aplaudidos por los mismos que jalean, homenajean y exigen la liberación de los terroristas de ETA que atentaban contra ellos.
El pacto entre EH Bildu y el PSN supone un paso de enorme calado para los primeros en su objetivo de llegar a gobernar en el País Vasco. Pero también en su objetivo de máximos, que es la unión del País Vasco y la Comunidad Foral Navarra en una única «nación», por supuesto soberana e independiente de España.
Para el PSOE, el acuerdo supone cruzar el Rubicón de los pactos con EH Bildu en gobiernos y alcaldías de relevancia. Una línea roja de la democracia que hasta ahora permanecía virgen. Cruzado el Rubicón en Pamplona, queda también abierta de par en par la puerta de la Lehendakaritza vasca para EH Bildu con el apoyo del PSOE.
El pacto ya ha tenido su primera consecuencia, que es la generación de una fractura en la sociedad pamplonesa como no se vivía desde los tiempos de ETA. Una fractura coherente con la polarización que se ha enseñoreado del escenario político español y que los partidos nacionales, con escasas excepciones, azuzan a diario como estrategia de crecimiento electoral.
El pacto en Pamplona es malo para los pamploneses a corto plazo y será pésimo para el PSOE y la convivencia a medio plazo.
A largo plazo, sólo EH Bildu se verá beneficiado por él.