JOSÉ MARÍA CALLEJA, EL CORREO – 27/08/14
· Ha pasado un mes desde que Jordi Pujol reconoció que había defraudado a Hacienda y a su única hermana, y ningún juez ha citado a declarar al hombre que lo fue todo en Cataluña y en buena parte del resto de España.
A estas alturas del curso, cualquier contribuyente honrado sabe que en España el más leve despiste en un papel o el retraso involuntario en una declaración desata todas las bocinas, inspecciones y multas. No se entiende que alguien que confiesa –no sé si motu proprio, o para tapar en lo posible los trapicheos de sus hijos– que durante 34 años no ha pagado a Hacienda por una herencia no haya sido citado a declarar por la Justicia. De esos 34 años, durante 23 fue president de la Generalitat.
No sé si es el verano, que no hay jueces; la calorina, que no hay ganas; o es que Pujol sigue inspirando un temor reverencial, propio de los tiempos en que ejercía el poder absoluto y provocaba silencios más propios de sistemas no democráticos. Lo cierto es que Pujol no ha declarado delante de ningún juez, como tampoco lo ha hecho su mujer, Marta Ferrusola, ni ninguno de los hijos de ambos, que con tanto ahínco comprendieron durante años que el patriotismo, bien entendido, empieza por uno mismo.
En un gesto que refleja su autoestima de zar, Pujol dijo que se ponía a disposición de la Justicia tras su confesión, lo cual no sé si da a entender que antes no lo estaba. Desde luego, lo evidente es que la Justicia no parece que se haya puesto a disposición de esclarecer las prácticas presuntamente corruptas que la familia Pujol parece haber practicado, así en Cataluña como en otros países, más o menos paradisiacos desde el punto de vista fiscal.
El efecto devastador que ha tenido la confesión de Pujol en miles de catalanes nacionalistas, fieles seguidores de alguien construido como mesías, gran timonel, luz de donde el sol la toma, etcétera, tiene ya una traducción política en la bajada de pistón de Artur Mas en su afán convocatorio de referéndum. Por cierto, Mas debe encontrar un hueco para contarnos lo que sabe de ese sistema de corrupción sostenido durante trienios por el que él mismo define como su padre político, que nos cuente si en sus tiempos de consejero de Economía del Gobierno de Pujol percibió algún tráfico de influencias, por aquí; alguna comisión del 3%, por allá; algún trato de favor a la franquicia Pujol.
No sabemos aún cuándo Pujol irá al Parlament para darnos detalles de sus fechorías, conocemos las amenazas lanzadas por Marta Ferrusola a los tildados como traidores –no sé si en un intento de que siga la omertá– y no parece probable que Montoro cuente cosas que no puede contar. Estamos a las puertas de septiembre, ¿algún juez bronceado se animará a citar a Pujol?
JOSÉ MARÍA CALLEJA, EL CORREO – 27/08/14