Pedro Chacón-El Correo

  • Para este presidente del Gobierno la política y la democracia en su conjunto se han convertido en un sistema de salvavidas judicial

Cuando Feijóo se desahogó esta semana diciendo que Sánchez no merecía ni ser diputado, este le respondió con que es la gente la que decide eso, pensando, con su mente de funambulista en el alambre, y como buen suertudo que es, que la función de unas elecciones generales solo puede ser una: salvarle a él. Sánchez soporta sobre su cada vez más afilada figura la suerte procesal de todo su entorno más íntimo, tanto privado como político, y sabe que la única posibilidad de redimirse de todo eso pasa por, primero, mantenerse en el cargo y, segundo, resultar de nuevo elegido cuando toque. Una perspectiva personal y política así trazada tiene que conferir en quien la vive una suerte de furor inconsciente, sabedor de que solo hay un único camino a seguir: el de perseverar y aguantar.

El presidente del Gobierno ha llegado ya al punto de pensar que nuestro sistema democrático entero es como el jurado popular que decidirá sobre el futuro procesal de su mujer, en lo que respecta a su imputación por malversación de caudales públicos, solo que a escala nacional, y que le va a proporcionar la única manera de salir airoso de todos los pleitos que le rodean, en caso de que vuelva a revalidar la llamada mayoría progresista con la que ahora se mantiene en La Moncloa.

Así es que se podría decir que lo que hemos vivido esta semana en la política española, en este inicio de otoño del 2025, nos introduce de lleno en otra manera de entender la política completamente distinta y distante de la que hemos conocido toda nuestra vida desde que en España tenemos democracia. Y es que para este presidente del Gobierno la política y la democracia en su conjunto, en lugar de ser lo que han sido hasta ahora, es decir, un ámbito de disputa ideológica y partidista, se han convertido en un sistema de salvavidas judicial. Qué mejor que ser presidente del Gobierno, con el poder de controlar tantos resortes de la Administración y del Estado, para defenderse de lo que se le viene encima. Sobre todo teniendo en cuenta que, para él, ser presidente se reduce a mantenerse en el poder con sus apoyos parlamentarios, que no le van a dejar caer, para chantajearle mejor. Y si encima la economía va bien, creciendo más que la media europea, para qué quieres más.

Con todo y con eso, quien piense que España, como Estado-nación, va a caer, que pierda cuidado. Tanta egolatría y mediocridad de la clase política que protagoniza el circo que estamos viviendo, todo lo más que está consiguiendo es abochornarnos a todos, no solo dentro sino también ya fuera de nuestras fronteras. Es verdad que el panorama en Europa y en el mundo entero no resulta muy alentador tampoco, pero lo de aquí es que no tiene nombre y quedará para los anales. Esto sí que será materia de estudio, en Ciencias Políticas al menos, parafraseando a esa inefable vicepresidenta segunda.