- Las cercanías de Sánchez habían aleccionado a sus partidos asociados para que echaran una mano, o dos, y se notó demasiado. Los casi cien asesores de Moncloa prepararon la comparecencia con esmero. Sánchez llevaba un compendio de citas sobre el PP, y sacó siempre que pudo corruptelas peperas –¡de hace diez años!–
Se ha escrito casi todo sobre la comparecencia de Sánchez en el Senado para hablar de corrupción. Desde su inicio recordé a Renard: «Di de vez en cuando la verdad para que te crean cuando mientes». Sánchez no ha leído a Renard, aunque era socialista. El tema de la corrupción le es demasiado cercano para que su presencia fuese tranquila. La voz del primer partido de la oposición la asumió el senador Alejo Miranda de Larra, tataranieto del célebre escritor. No sé de qué hijo de Mariano José descenderá Alejo, si de Luis Mariano, reconocido letrista de zarzuelas, de Baldomera o de Adela, ambas festejadas en su tiempo por habilidades bien distintas, pero lo cierto es que, a mi juicio, su intervención fue incisiva ante la huida permanente del presidente.
Algún comentarista expuso, a toro pasado, lo que, a su juicio, deberían haber preguntado los senadores, pero habría que haber estado allí. Pasé seis legislaturas en el Senado y nunca viví una ocasión como esta. Hasta ahora ningún presidente de Gobierno había acudido a una comisión de investigación. El encargo de preguntar desde la oposición mayoritaria era un regalo envenenado del que el senador elegido salió razonablemente airoso.
Las cercanías de Sánchez habían aleccionado a sus partidos asociados para que echaran una mano, o dos, y se notó demasiado. Los casi cien asesores de Moncloa prepararon la comparecencia con esmero. Sánchez llevaba un compendio de citas sobre el PP, y sacó siempre que pudo corruptelas peperas –¡de hace diez años!– que serán empleadas ahora por el equipo de primeros auxilios periodísticos del sanchismo. Es como si los demás hubiesen desenterrado la corrupción generalizada de los últimos años de Felipe González, los ERE, los sindicatos condenados, o tantas otras cuestiones vergonzosas ya olvidadas. Sánchez a lo suyo que no era contestar a las preguntas de Miranda de Larra ni del resto de la oposición. No faltaron referencias al novio de Ayuso y se permitió, incluso, incluir a la presidenta madrileña en la corrupción. Yo que ella contestaría adecuadamente; no hay que pasarle ni una.
Sánchez despreció al Senado y a la Comisión, como buen autócrata. Atacó a los medios que no controla, como al espacio de Telemadrid que entrevistó a Aldama, el de Antonio Naranjo, y habló de basura, fango y todo el repertorio. No es que quiera controlar a los medios, como busca controlarlo todo, es que también entra en las parrillas televisivas y arremete contra sus entrevistas. Obviamente, Aldama no será entrevistado en RTVE, ni siquiera por el sumiso Fortes. RTVE es ya un órgano de Ferraz. Incluso forzaron una sesión parlamentaria en día aciago para aprobar el total control político de la televisión que pagamos todos.
En su comparecencia, Sánchez padeció una continuada amnesia. En más de medio centenar de ocasiones no recordó o no le constaban ciertos asuntos nada claros. Y cuando más de una grabación, en manos del juez, señalan que él lo sabía y controlaba todo, Sánchez no tenía constancia de nada. Ni siquiera de lo ocurrido en su célebre periplo del Peugeot. La memoria no parece ser uno de sus atributos; su memoria es selectiva. Aprovechó, eso sí, para contarnos lo bien que va la economía española, y allí no estaba la gente de la calle para exponer cómo llega a fin de mes. La economía de la gente no va bien, pero la de Sánchez va de perlas, tanto como las de ministros, altos cargos, instituciones y empresas okupadas, su círculo familiar, y el trío Ábalos, Koldo, Cerdán. Y más.
Con el acompañamiento, para distracción, de sus gafas de Dior, puro atrezo, ya que al final leyó sin ellas, Sánchez, jaleado por los suyos, que le abandonarán cuando caiga, como predijo Miranda de Larra, el presidente salió del mal trago como pudo. Deberían citarle de nuevo en el Senado, al que llevaba sin asistir veinte meses. Desprecia lo que no domina. Al final recordé a Dostoievski: «El hombre que se miente a sí mismo y escucha su propia mentira llega a no poder distinguir la verdad dentro de él y pierde todo respeto por sí mismo y por los demás». Un retrato de Sánchez. Me encantó que un Larra se le enfrentara.