Tonia Etxarri-El Correo
Pedro Sánchez compareció ayer ante los medios de comunicación parapetado tras su muro de la confrontación con la «furibunda oposición» para hablar de convivencia en Cataluña, Estado del bienestar, paz social, la recuperación en la economía y la del lince ibérico que ha dejado de ser una especie en peligro de extinción. Todo gracias a su Gobierno. Sin dar detalles de su pacto con ERC, menospreciando las críticas de barones como García-Page, porque él dice estar muy feliz con el acuerdo con los republicanos, y calificando de «no caso» el proceso judicial contra su esposa, Begoña Gómez.
Ayer era el momento del balance del año. El de las treinta y tres derrotas parlamentarias, y la aprobación de la ley de amnistía. Si ha cambiado de opinión ante retos fundamentales como los chantajes planteados desde el poder de Cataluña, se le antojaba difícil a Pedro Sánchez justificar sus movimientos de veleta en función de quien dependa su permanencia en el poder. Pero lo hizo a su manera. Sin responder a los periodistas.
Si fue capaz en su día de mimetizarse con Podemos para descabalgarlo del Gobierno mientras promocionaba la marca de Sumar, haciendo suyas parte de sus consignas, asumiendo como propias las descalificaciones de populistas y comunistas contra los jueces que entorpecen sus planes, ahora es el turno de ERC. Hay que mimarlos porque las bases se pronunciarán mañana sobre el acuerdo que le permitirá a su peón, Salvador Illa, poner una pica en la Generalitat. Así es que, un respeto para estos republicanos. Que son gente de orden. Como EH Bildu. Que quieren sacudirse España de Cataluña y el País Vasco pero que, para Sánchez, son de fiar. No como la derecha (aquí siempre hay ultras, muchos ultras) que les da por ir con la Constitución bajo el brazo.
Y si hay que hablar de «conflicto político entre Cataluña y España» se pone por escrito. Negro sobre blanco en el texto del preacuerdo y todos los socialistas, amén. Menos algunos barones que sienten vergüenza ante la antesala de la ruptura del régimen común de financiación. ERC, al menos, consultará con sus bases mañana. Los 8.700 militantes se pronunciarán sobre el acuerdo de desconexión fiscal catalana. ¿Por qué no lo hace el PSOE? Y Sánchez, que se ríe de las críticas de García-Page, se aferra a su ejecutiva federal. ¡Si ya se pronunció por unanimidad! Ese es el concepto que tiene de las bases de su partido. Que las sustituyan la dirección.
La comparecencia del presidente del Gobierno ante los medios fue una rueda de prensa ‘fake’. Porque Pedro Sánchez no está acostumbrado a responder a lo que se le pregunta. Y ayer no cambió de actitud. Se le preguntó por su cambio de opinión sobre el Concierto catalán, por qué tenemos que creerle ahora si hace semanas defendía lo contrario de lo que defiende ahora. Y las respuestas siempre iban a parar a los bulos de la derecha. Ante el «no caso», no respuestas. Lo de ayer no fue una comparecencia. Fue la aparición de una especie que no está en extinción. Como el lince ibérico.