IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO
- La ministra Ribera, incapaz de frenar la escalada del precio de la electricidad, se ha dedicado a culpar a las compañías del sector con declaraciones poco afortunadas y preocupantes
La vicepresidenta tercera y ministra para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico ha pasado un mal verano, en el que se ha visto incapaz de frenar el alza de la tarifa eléctrica y de empujar al alza la tasa de reproducción de los españoles (en esto hace lo mismo que sus antecesores, es decir nada). Los sindicatos se han portado de manera ejemplar, como sucede cuando gobierna la izquierda y sus protestas no las ha oído ni el cuello de su camisa. Los medios han convertido la cuestión en el ‘leit motiv’ de las vacaciones en compañía del drama afgano. Los ciudadanos estamos expectantes a la espera de que nos lleguen las facturas y la oposición no ha conseguido ni dañar al Gobierno, ni aportar alguna solución.
Pero la vicepresidenta ha estado muy nerviosa, además de preocupada, lo que le ha llevado a realizar unas declaraciones que me parecen altamente preocupantes. Enfrentada a un problema muy difícil se ha empeñado en agacharse y redirigir las críticas hacia las empresas proveedoras de electricidad, señalándolas como las responsables de las subidas y culpables del desaguisado de las tarifas. Empezó calificando de ‘escándalo’ los desembalses de los pantanos realizados en agosto. Una práctica que está prolijamente regulada y que su propio ministerio calificó de correcta al de pocos días. No tuvo razón, pero sí tuvo su titular exculpatorio. Poco más tarde dijo que las eléctricas «carecían de empatía social», así, sin detenerse a concretar tan noble actitud y con arriesgado desprecio de los muchos miles de millones de euros que pagan de impuestos, los cientos de miles de empleos que crean, las enormes inversiones que realizan y las compras que efectúan a sus proveedores de bienes y servicios necesarios para realizar su actividad.
No contenta con ello, días después aseguró que «es obvio que algunas eléctricas tienen ganancias excesivas». Aquí también se le olvidó definir a partir de qué nivel las ganancias pasan de ser aceptables a convertirse en excesivas, antes de trasmutarse en oprobiosas. Yo pensaba que las empresas ganaban lo que podían, es decir lo que el mercado les permitía y que para evitar que sus precios se convirtieran en abusivos y sus ganancias en excesivas contábamos con la acción benéfica de la competencia. El sector eléctrico, por su propia estructura de producción y consumo tiene una clara tendencia a la concentración y el oligopolio. Pero, siendo eso cierto, también lo es que disponemos de una abundante experiencia y legislación europea para liberar los mercados de la energía, una buena parte de la cual la hemos incorporado a nuestra legislación. Si no es así, si las empresas desoyen la legislación vigente y si abusan de su posición dominante, ¿qué hace la vicepresidenta que no lo impide y castiga a los infractores? ¿A qué espera?
Terminó su entrevista en un medio amigo con esta frase redonda: «No es agradable que te digan que estas coaligada con el Ibex». ¿No? ¿Por qué razón? ¿Las grandes empresas son apestados a quien conviene evitar o grandes creadores de riqueza y empleo, grandes pagadores de impuestos con quien conviene colaborar y a quien conviene incentivar? No me hubiera sorprendido nada que tal afirmación hubiese salido de la ilustrada boca de alguno de los ministros de la cuota podemita, pero de ella… ¿Desprecia u odia a las grandes empresas? ¿A qué fue el presidente Sánchez en su reciente viaje a los Estados Unidos, a entrevistarse para atraer a los ‘grandes’ del cotarro empresarial mundial o a debatir el problema de la carne con los vendedores de salchichas de la quinta avenida? ¿En qué quedamos, queremos utilizar y aprovechar el orden económico o subvertirlo?
No crea que está claro. Podemos plantea la creación de una empresa pública que nadie sabe cómo podría abaratar la energía y que los socialistas no pueden admitir y ambos acuerdan la creación de una comisión que analice el problema. ¡Acabáramos! En año y medio, más o menos, sabremos ya por qué pagamos tanto por la luz y qué deberíamos hacer, que no haremos, para bajarlo.
El Gobierno pone velas en ambos lados del altar, pero pensaba que la señora Ribera las colocaba en el lado bueno. Otro error.