Alberto Ayala-El Correo
No sé aún si debo agradecer al lehendakari Pradales que ayer dedicara buena parte de su intervención principal en su primer debate de política general a alertarnos del difícil momento que nos ha tocado vivir y de las aún peores perspectivas que se dibujan en nuestro horizonte. En cualquier caso debo admitir que estoy básicamente de acuerdo con él en casi todo.
En la condena del genocidio israelí en Gaza. En el hartazgo por la polarización y la guerra sin cuartel y sin ideas que se libra en la política española, con un PP desnortado y dividido, totalmente temeroso de Vox . En el temor a Trump y al avance de las ultraderechas en nuestro entorno. Y en el mosqueo ante el cuestionamiento de la sostenibilidad de nuestro Estado del bienestar que se empieza a sugerir desde esa Alemania que sigue dejando a Europa a los pies de los caballos con su negativa a condenar los crímenes de Netanyahu, y desde una Francia que de día en día pierde ‘grandeur’.
Pero, afortunadamente, hubo algo, poco, más. Por ejemplo, que lo del nuevo Estatuto no está al caer. Y eso que llevamos tres legislaturas de fracaso en fracaso. Aitor Esteban nos había dicho hace pocos días que el asunto debiera estar zanjado para fin de año. Pues bien, el lehendakari Pradales amplió ayer otra vez el plazo: hasta junio. ¿Señal inequívoca de que PNV, EH Bildu y el PSE siguen donde estaban? Parece evidente que sí.
Y es que el PSE no se ha movido –ni lo hará– de su completo rechazo a que el pacto incorpore el derecho a decidir. El PNV sigue interesadísimo en aprovechar al máximo la ventana política de oportunidad que representa la debilidad de Sánchez para exprimirle y lograr nuevos traspasos o inversiones para Euskadi. Pero ir con la autodeterminación de la mano con EH Bildu sería como sacar billete para un nuevo fracaso. Eso dinamitaría los acuerdos con el PSE aquí y acercaría un eventual Gobierno nacional PP-Vox.
La izquierda abertzale también debe asomarse a su interior y elegir. O dar completa prioridad a seguir logrando avances respecto a los presos etarras. O poner por delante sus legítimas ansias autodeterministas cueste lo que cueste.
Todo lo anterior, es evidente, está en el debate político vasco, no en el ciudadano. Estoy seguro de que Pradales y el PNV son conscientes de que los asuntos en los que se van a jugar las alubias en próximas confrontaciones electorales se llaman vivienda, sanidad e inseguridad. Y de eso la sesión parlamentaria apenas aportó novedades menores.
Los jeltzales, y el lehendakari no es la excepción, insisten en huir como de la peste de reconocer la creciente inseguridad que sufren los vascos. Y no digamos ya nada de unir seguridad e inmigración ilegal.
En materia de vivienda, los números que se avanzan desde el Gobierno PNV-PSE son la confirmación de que el problema que aqueja a miles de familias vascas no se encauzará esta legislatura. Por mucho que el PSE tenga claro que derogar la legislación vigente, elaborada en su día por PNV e Izquierda Unida, será mano de santo y permitirá avances a medio y largo plazo. El votante cabreado suele creer poco en el futuro.
Respecto a la sanidad es palmario que el nuevo consejero ha adoptado algunas medidas necesarias. Que se anuncias otras que suenan bien. Pero los pacientes seguimos soportando una Osakidetza que no funciona como debiera, herencia de las políticas del PNV. De nadie más.