El doctor Fraude ha aprendido a desarrollar mañas extraordinarias para dar gusto a sus socios golpistas y que estos sigan sosteniéndole en La Moncloa. La condición insaciable de sus aliados, hace presumir de vez en cuando a las almas bellas, entre las que me cuento, que terminarán por exigirle más de lo que puede dar, pero eso es porque no hemos llegado a comprender que está dispuesto a darlo todo, menos su colchón de La Moncloa. “Se estrellará contra la exigencia del relator o mediador internacional”, pensábamos, pero nos hemos equivocado como habíamos errado en la creencia de no se atrevería a establecer una negociación bilateral, mano a mano, con la Generalidad, un pulso entre iguales.
Movía a risa el anuncio de que Chiqui Montero iba a convocar a todas las Autonomías al Consejo de Política Fiscal y Financiera. Convocó el pasado viernes para negar a sus interlocutores los 2.500 millones del IVA autonómico de 2017. La víspera, su señorito, el Bola, había prometido al valet de chambre que le cuida el despacho a Puigdemont 4.000 millones, en una metáfora de lo que el plagiario entiende por equilibrio.
El relator es una figura que el atorrante acepta como buena ante el hecho de que la violencia desplegada por sus golpistas no fue suficiente para una condena por rebelión, ni para que la ONU enviase a Cataluña a los cascos azules a mediar entre las partes.
Rufián ha entendido el asunto a la primera, al manifestar su satisfacción por la incorporación de Pablo Ceaucescu a la mesa de negociación: “es un aliado más”. Efectivamente. ¿Cuáles son los asuntos más importantes en esa mesa? Fundamentalmente dos: la autodeterminación y la amnistía de los golpistas presos. El mediador podría buscarse entre los innumerables chiringuitos dedicados a negociar asuntos complejos: “aquí se negocia la paz y se cogen puntos a las medias”. Como ZP en Venezuela.
No es que a Sánchez le falten mediadores; le basta pedir su agenda a Zapatero de cuando el proceso de paz: la Fundación Henri Dunant, el sudafricano Brian Currin y su Grupo Internacional de Contacto, el impresionante Manikkalingam y su Comisión Internacional de Verificación, Sweet Sue y sus muchachas sincopadas, ay, no, que esta es la orquesta de chicas de ‘Con faldas y a lo loco’. Pero un mediador, incluso si es como los que acabo de citar debe tener una cierta apariencia de ecuanimidad, de equidistancia entre las partes. Pedro Sánchez ha ido un paso más allá, regalándoles la mayoría en la mesa negociadora. Su vicepresidente dará la mayoría a los separatistas. “Es que eran dos contra uno”, podrá alegar en su defensa.
Ayer supimos que la Generalidad ‘compró’ a la agencia de la ONU que pidió la liberación de Junqueras y los Jordis, 150.000 euros. Torra sigue progresando en el camino del delito: a la desobediencia le va acumulando cargos de malversación en una tradición irreprochable: sus antecesores pagaron algún millón que otro a un lobby fantasma de EEUU, Independent Diplomat, millones a la prensa amiga y a medios extranjeros camuflados como pagos por publicidad. ¿Cómo no entender la tentación que supone para Sánchez alternar con una cuadrilla tan cuajada de delincuentes?