Tengo ya contada la experiencia de descubrir que nos gobierna un mentiroso, un psicópata y un necio, entendiendo los tres calificativos de modo etimológico y aún epistemológico, diccionario en mano. A los tres habría que añadir un cuarto y sus sinónimos: Sánchez es un botarate, un chisgarabís, un chiquilicuatre, un mequetrefe y sobre todo, un zascandil. Empezamos a descubrirlo el día que Rivera tiró de la manta en el Congreso y supimos que su tesis era un fraude y que él había mentido en sede parlamentaria.
Antes de ser presidente, en enero de 2015 hizo un viaje a Washington y no pudo dar la charla que había prometido a los estudiantes de la Universidad George Mason porque se perdió. El rector del centro no quiso disimular su malestar: “Espero que Sánchez sepa gobernar un país mejor que manejar un GPS”.
No era una esperanza fundada. Ya presidente gracias una moción ra apoyada en una sentencia fraudulenta, tuvo una impresionante actuación de la que fui testigo el día de la Fiesta Nacional, en el Palacio Real. Mientras esperábamos al besamanos tuve la ocurrencia de comentar al director de El Mundo que se me ocurría un protocolo alternativo: “Lo suyo sería que el doctor Sánchez y la Africana se pusieran junto a los Reyes a recibir”. Yo lo había dicho de broma, pero como si se le hubiese ocurrido a Iván. Después de saludar, la feliz pareja se alineó junto a la Reina y empezó a ofrecer la mano a los desfilantes. Solo picó Ana Pastor. Su marido juntó las yemas de los dedos y se quedó así hasta que un joven de protocolo acudió raudo a llevarse a los intrusos. Para explicarlo, mintieron, como siempre. La culpa fue del protocolo (y del chachachá) que estaba prevista una foto de los Reyes con los tres poderes del Estado, en la que no se sabe que pintarían el marido de Pastor y la hija de Sabiniano Gómez. Veinte días antes hizo un memorable viaje a Canadá junto a su mujer. Nada mejor que una experta en África para un viaje a la América del Norte. Tuvo un momento de gloria cuando se puso de perfil para escuchar el himno nacional, hasta que su anfitrión le corrigió la postura. Mientras pasaba revista a las tropas le tomó la delantera a Trudeau, un hombre de calcetines imposibles. Con lo propia que iba siempre su madre. Cinco días después de la fiesta nacional, en un encuentro con Juncker, hicieron un alto para la foto ante la prensa y Juncker tuvo que rescatarlo y se lo llevó agarrado del hombro cuando le habían preguntado por sus negociaciones con Podemos.
El 1 de julio de 2020 hubo un encuentro entre el Rey y el presidente del Gobierno con el jefe dd Estado de Portugal, Marcelo Rebelo de Sousa y su primer ministro, Antonio Costa. Felipe VI se colocó en la parte derecha del grupo para la foto y el impertinente Sánchez entre los dos dirigentes portugueses, hasta que el Rey lo obligó a desplazarse hacia la izquierda para dejar a los convidantes en el centro de la foto.
No es bueno en geografía: “Ahora voy a Huesca; luego estaré en Aragón” le dijo a Angels Barceló en octubre del 19. En abril de 2020 calificó de provincias limítrofes a Cádiz y Almería. No hay pues, ninguna novedad de fondo extraordinaria en el lamentable paseíllo junto a Biden, que ni tenía en la agenda lo que para Iván es ‘un encuentro bilateral’, ni lo miró en el medio minuto que caminaron juntos, ni le dirigió la palabra. Sí mantuvo encuentros con los presidentes de Estonia, Letonia y Lituania y con el de Turquía, Tayip Erdogan, otros dirigentes, otro nivel.