JORGE BUSTOS
El sanchismo –Moncloa, Ferraz, redacciones amigas– trabaja a toda máquina en su relato de campaña. Es poco original pero ellos confían en su vieja eficacia: «Ponte la pinza en la nariz si quieres pero vótanos, que vienen los fachas». El autor de esta filigrana intelectual es el mismo que convenció a Xavier García Albiol de que limpiar Badalona de inmigrantes era una promesa lícita si servía para ganar. Esto es el sanchismo: una impostura estructural diseñada por aprendices de brujo persuadidos de que el votante es un tarado con amnesia que creerá lo que dices, olvidando lo que hiciste y engañándose respecto de lo que harás, a condición de que repique tu doctrina un número suficiente de terminales.
Todo en Sánchez es mentira desde que empezó a escalar en el aparato de su partido. Es el hermano cutre del rey Midas, que convierte en plástico todo lo que toca. Se forra la carpeta con Machado, que dejó escrito: «Creo que el Estatuto de Cataluña es en lo referente a Hacienda un verdadero atraco y en lo tocante a enseñanza algo verdaderamente intolerable». Pero el poeta no puede remover la lápida de Colliure para salir a reprocharle a Sánchez la mesa con relator, el negacionismo del adoctrinamiento escolar o las asimetrías presupuestarias. Machado, por lo demás, se preocupaba de escribir los dolientes libros que firmaba, mientras el Resistente no supo componer ni su tesis cum laude ni su verbenera hagiografía, y tampoco alcanza a avergonzarse por someter a ministros con estudios al humillante culto de su personalidad en una grotesca presentación literaria.
Si el antifranquismo en diferido de Sánchez toca a Azaña, Azaña queda degradado a compañero de viaje de Lastra. Si Calvo toca el feminismo con sus hilanderas de cordones sanitarios –comisionadas para cribar a las malas de las buenas feministas–, todo el plural movimiento por la igualdad de las mujeres queda reducido a una fanática milicia que destruye con su violenta hipocresía la sororidad que dice defender. Sánchez llegará al 8 de marzo con Dolores Delgado en el Gobierno, la que garantizaba éxitos al proxeneta Villarejo, pero si vamos a votar el 28 de abril y no en 2020 es porque Ana Pastor tumbó aquella vergonzante intentona de colar en una ley contra la violencia machista el harakiri del control fiscal del Senado. Sánchez está a favor de la gestación subrogada si lo que se gesta es su propio poder en el vientre colonizado de cualquier institución del Estado.
Ha pasado nueve meses disfrazado de presidente, pero no va a ser el más votado porque los votantes de izquierda dejen de ver a un maniquí desnudo sino porque el narcisismo se pega. Porque han decidido creerse la heroica imagen de miliciano del no pasarán que les devuelve el selfi con filtro de su iPhone.