Tengo desde hace tiempo dos aficiones parlamentarias muy arraigadas: ver los miércoles las somantas dialécticas que semana tras semana propina Cayetana Álvarez de Toledo a Félix Bolaños, el ministro tres en uno de Pedro Sánchez (Presidencia, Justicia y Relaciones con las Cortes) que no acierta a cumplir su oficio en ninguno de los tres. Sus padecimientos con Cayetana son a cuenta del tercero de los Ministerios señalados. La segunda afición es asomarme los jueves al escarnio que hace Ayuso  de los pobres portavoces de su oposición , antes Juan Lobato y Mónica García, ahora Mar Espinar y Manuela Bergerot.

Vamos por orden: hoy toca lo de Cayetana porque su víctima propiciatoria de los miércoles, Félix Bolaños, ha sido señalado por el juez Peinado, que ha pedido al Supremo su investigación por los delitos de malversación y falso testimonio en relación con el caso de la catedrática Begoña Gómez, que viene a ser la mujer del doctor Pedro Sánchez. Un matrimonio ejemplar; dígame el lector si conoce alguna pareja, legal o ilícita, en la que los dos cónyuges muestren un respeto tan reverencial a los más altos niveles académicos como para simularlos.

Hoy va a formular Cayetana una pregunta oral que lleva registrada en el Congreso desde el jueves pasado y que no podía ser más premonitoria: “Señor Bolaños, ¿cuál es su balance terminal como ministro?” Terminal es la palabra clave y supone para mí un cierto intríngulis interpretativo, un misterio de por qué los dos ministros más formados intelectual y profesionalmente, pongamos que hablo de Fernando Grande y de este Bolaños, expresan mejor que ninguno de sus compañeros el deterioro ético de los cómplices más apegados al Número Uno. Bueno, también está Margarita Robles, pero su caso merecería un relato singular.

No es esta la única premonición de la diputada Álvarez de Toledo. El 19 de marzo interpeló a Bolaños para recordarle que tenía una cita con el juez Peinado el 16 de abril para declarar como testigo y que en tanto que testigo estaba obligado a decir la verdad: “Tenga cuidado con no incurrir en falso testimonio”, le advirtió. Incurrió presuntamente en ello, según el juez Peinado: “El testigo Félix Bolaños García no ha contestado a la verdad, que conocía, en su testimonio prestado bajo juramento como testigo en su declaración del 26 de abril del presenta año 2025”. El otro delito por el que el juez pide al Supremo que se haga cargo del tema por la condición de aforado del ministro es el de malversación “por su papel en la contratación de Cristina Álvarez, que desempeñó tareas privadas para Begoña Gómez, al margen de cualquier acto público o protocolario que pudiera tener por su condición de esposa del presidente del Gobierno. Todo ello percibiendo retribuciones con cargo al patrimonio público”.

Habrá que ver el uso que el Tribunal Supremo hace de la instrucción del juez. Mientras tanto, Bolaños se convierte en un caso de justicia onomástica, como Rufián, como Maraña, porque Bolaño era una bola de piedra que disparaban las bombardas y pedreros. Él es solamente un ministro terminal y un conjunto de proyectiles. Su bombarda, su pedrero, es Pedro Sánchez.