JAVIER ZARZALEJOS-EL CORREO

  • Se van acumulando las señales que deberían llevar a pensar sobre el futuro de Euskadi en el conjunto de España y en la Unión Europea sin ensimismamiento

Parece que al Gobierno vasco, y en particular al lehendakari Urkullu, no les ha sentado nada bien el informe del foro Zedarriak en el que a lo largo de 64 páginas y con un soporte muy serio de datos se ofrecen conclusiones que deberían hacer pensar sobre el rumbo económico y social que ha tomado el País Vasco. Hacen mal aquellos en enfadarse. Ofrecen una imagen de inmadurez enfurruñada, de narcisismo herido cuando el espejo que ponen expertos y empresarios -expertos también en lo suyo- devuelve una imagen que no se corresponde con su desmesurada autoestima. Peor aún es que se esgriman argumentos pretendidamente patrióticos para afear lo hecho por los que han trabajado con rigor en un diagnóstico razonable y equilibrado de la realidad vasca con el reproche de que esas cosas se lavan en casa. Si, además, la publicación del informe coincide con la visita de Isabel Díaz Ayuso y esta reúne a destacados dirigentes empresariales vascos en una conferencia en Vitoria, uno puede imaginarse que el enfado se ha transformado en un indignado sentimiento de traición.

‘Y sin embargo, se mueve’. Es decir, que por grande que sea el enfado, la realidad es tozuda y parece que se ajusta mucho más a lo descrito por Zedarriak que a lo proclamado por los mensajes autocomplacientes procedentes de la oficialidad gubernamental.

En Euskadi se vive bien… en general y con correcciones importantes tratándose de una comunidad que ha sufrido el éxodo de miles de ciudadanos expulsados por el terrorismo y que ahora sufre la salida silenciosa de buena parte de unas generaciones para las cuales el País Vasco no entra en su proyecto de realización profesional y personal. De ahí que, sin ser boyante el escenario demográfico en España en general, las alarmas en el caso vasco han de resonar de manera aún más audible. Si en los últimos cuarenta años la población de Madrid ha aumentado un 60%, aquí lo ha hecho en apenas un 10%. Baja la población en edad laboral y sube la población económicamente dependiente, por lo que el proceso de ‘japonización’ del País Vasco, como se dice textualmente en el informe, es una tendencia ya arraigada sin que seamos Japón.

Por otra parte, no deberían sorprender tanto estos mensajes fundados sobre los problemas que tenemos que encarar porque no es la primera vez que se lanzan. La actividad empresarial -dicho de otra manera, el esfuerzo de creación de riqueza- se desarrolla en medio de un clima sindical agudamente hostil, el nivel de los costes laborales y el absentismo lastran la competitividad, el suelo industrial y empresarial es escaso y caro como consecuencia de políticas de ordenación del territorio sencillamente equivocadas. La fiscalidad personal es disuasoria para atraer y retener talento, mientras el gasto público per cápita crece más que la recaudación per cápita, el pago de impuestos crece más que la renta disponible y el País Vasco se sitúa en niveles récord de gasto público, recaudación y presión fiscal.

El informe no se deja arrastrar por catastrofismo alguno. Subraya la estabilidad política e institucional -añado, después de décadas de saturación radical y soberanista-, el cese del terrorismo de ETA, el Concierto Económico, el autogobierno y el apoyo financiero de la Unión Europea.

Las cosas se ponen más complicadas cuando de lo que se trata es de vérselas con lo que Zediarrak denomina «cambios disruptivos», que tienen que ver con la revolución tecnológica, el nuevo rumbo que está tomando la globalización y la transformación del paradigma laboral. Porque esas transformaciones que se están produciendo, se quiera o no, interpelan directamente al rendimiento de nuestro sistema educativo, a la capacidad de nuestra sociedad de albergar una cultura plural alejada del ensimismamiento identitario, a la disposición para formar parte activa de proyectos integradores.

Lo cierto es que se van acumulando las señales que deberían dar lugar a una reflexión bien articulada sobre nuestro futuro en el conjunto España y la Unión Europea, de las que el futuro vasco es indisociable. Responder a estas señales con indignación y autocomplacencia, en vez de con interés y apertura de miras, es un acto poco recomendable de dar muerte al mensajero.

El futuro aprieta y lo que difícilmente aceptará como respuesta es el ‘tran-tran’ del exclusivismo nacionalista, cuando otros se mueven y lo están haciendo mejor, dentro y fuera de España.